A estas alturas, probablemente lo que más llame la atención de la visita del señor presidente de la Xunta a Madrid es que haya tenido que hacerla. Y no se trata de jugar con las palabras, sino de preguntar, y preguntarse, por qué el ministro de Industria de un gobierno del señor Rajoy no sabe a estas alturas que Galicia es diferente -al menos en lo eólico y la construcción naval- y por tanto necesita un trato adecuado si se pretende resolver sus problemas o, al menos, no agravarlos.

Dicho eso, y antes de que alguien se alborote, conviene explicarlo. Y que el señor Soria no estaba bien informado del potencial energético alternativo gallego lo demuestra el decreto que, nada más llegar, aprobó y que perjudica muy seriamente aquel potencial. Y a pesar de que desde aquí se quiso ponerle en razón, tuvo que ser don Alberto Núñez quien viajó para decirle en la cara que este Antiguo Reino se juega mucho en el asunto y que rectificar, aunque con retraso, es de sabios.

(El señor Feijóo tiene razón, y habría podido añadir ante el ministro que la cuestión, si no se resuelve, tendrá un severo coste económico y además, político e incluso personal. Porque tal como están las cosas no se puede renunciar a la posibilidad de empleo e inversión que significaba el Plan eólico, ni el presidente permitirse el lujo de otro pinchazo de esa dimensión, sobre todo cuando aún tiene sin digerir el fracaso que para él supone la remodelación financiera.)

El segundo ejemplo que ilustra el despiste -por lo menos- del Ministerio nace de que la Xunta haya tenido que urgir la cuestión del tax lease. Algunos observadores relacionan la visita del presidente a Madrid con la marcha -al día siguiente- de los obreros de Navantia, pero aunque fuera así -que uno y otros utilizaran la circunstancia- poco habría que añadir más que la coincidencia es oportuna. Y que dado lo que está en juego, cuantos más esfuerzos se hagan en la dirección de buscar salidas, mejor.

Lo que aún queda por saber es si la visita del presidente gallego al ministro servirá para algo. Si los resultados dependen de la justicia de la causa y de los fundamentos de la petición de Galicia, así tendría que ser, pero ya se sabe que las cosas de palacio, aparte de despacio, a veces van por caminos diferentes a los de la lógica estricta. Y en ese sentido no ha de sorprender que el ministro Soria cuide de no sentar precedentes que otros podrían citar.

A partir de ahí resulta triste que en estos dos asuntos no se haya articulado -en torno a la Xunta como cauce natural- una estructura de apoyo. Porque Galicia se juega mucho, y más allá de las diferencias -sobre todo en la cuestión eólica- interesa sumar coincidencias, que las hay. Aún queda tiempo -pero poco- para iniciativas, y si desde la política se complican, pues que tomen otros el relevo, que no todo ha de consistir en quejarse y pedir dinero.

¿O no...?