Otra vez llega San Valentín, ese 14 de febrero en que unos recordarán el amor desbordante que les posee, otros su inexistencia o extinción y los más su supervivencia monocorde a lo largo de los años. Lleva uno ya tiempo en las cosas del amor, los años suficientes como para darse cuenta de que cada vez está menos capacitado para entenderlo y aún menos definirlo, ¡ah, l´amour! (los franceses han conseguido que suene mejor en su idioma). ¿De cuántas maneras se puede amar? Ahora estoy escribiendo y mi perra caniche me ha exigido como siempre que la ponga a mi vera, sobre el lecho improvisado en el cajón izquierdo de mi mesa. Basta que la mire para que tiemble de amor. Ella me mira y le llega porque el suyo es un amor irracional, instintivo, sin filtros cerebrales, dispuesto a dar sin recibir incluso. Ahora gime levemente porque espera una caricia.

A veces los humanos nos amamos como perros, a Dios gracias, aunque eso no suele durar mucho. Amar es una asignatura siempre pendiente en la que no lo haces mejor por ser más culto y, sino, ahí están los grandes pensadores: los estoicos amaban con paciencia, los vitalistas con entusiasmo, los nihilistas con pesimismo, y si con Platón se hablaba de erotismo, con San Agustín de lujuria, con Spinoza de frustración... O sea que si buscas en el pasado de los grandes filósofos no encontrarás nada que les distinga o les otorgue medallas amatorias. Muchos no amaron más que en la distancia, quizás porque ese ejercicio de la reflexión que tienen por oficio atenaza el instinto; otros no conocieron y amaron más que a una, que es como nada pero fue todo para ellos; y los hubo como Sartre que desde su alto pontificado intelectual confesaron su debilidad por las mujeres y jamás fueron fieles a una causa cuando de amor o exploración de nuevos territorios corporales se trataba . Leo ahora algo de su correspondencia amorosa con Simone de Beauvoir y me fascina una de sus primeras cartas, escritas por él desde los campos de batalla de la II Guerra Mundial: "Si usted se acostara en este estrecho jergón, a mi lado, me encontraría muy a gusto y se me derretiría el corazón. Pero no será así y tendré que oír los ronquidos sonoros de alguien. Ay, amor mío, cómo la amo a usted y cómo la necesito". Se sacan de tal carta al menos dos lecciones: que cuando te silban las balas de la muerte se acrecienta el amor porque es deseo de vida; y que deberíamos imitar a Sartre y volver al "usted" en las relaciones de pareja, porque da la impresión así de que estás con alguien nuevo.

-¿Me pasa la sal, señora?

-Cómo no, señor. Por cierto, hoy es sábado ¿Le deberé recordar lo que toca tras acostar a los niños?

Los filósofos, más que amar, piensan sobre el amor. El pasado año pasaron por el Club FARO Manuel Cruz y Javier Sádaba, dos pensadores con libros sobre el amor, aunque los que están de moda son los psicólogos, que saben titular mejor sus obras y se llevan las mayores audiencias. Por ejemplo, tres últimos libros de Walter Riso fueron "Cómo amar sin renunciar a lo que somos", "Amores difíciles" y "La infidelidad (cómo prevenirla y afrontarla)". Apuesto doble contra sencillo que él no se preocupa por eso. Otra psicóloga que pasó por nuestra vida, aunque para hablar de sexo ("69 secretos imprescindibles para disfrutar del sexo") fue Alicia Galloti, que ahora va a arrasar con su último libro, por el título más que nada: "Soy infiel ¿y tú?". En el mismo nos muestra cómo nuestras mujeres, y por fortuna para nosotros las de los otros, son mucho más infieles de lo que creemos.

Uno podría hacer aquí mismo una convicente apología de la fidelidad en la pareja pero, a renglón seguido, podría hacer una apología convicente de la infidelidad en la misma. En los dos casos tendría razón, aunque digan los fisósofos que no puede ser verdad una cosa y su contraria. Desde luego, no hay pareja que sobreviva con infidelidades... a menos que la otra parte no lo sepa. Como me decía un amigo, "ser fiel es un ejercicio de contención, de generosidad, de ética, de renuncia por la construcción de algo más importante. Es admirable, pero a mí con ser fiel a mí mismo, me basta". Y es que el amor, con minúscula o mayúscula, tiene caminos muy diversos. ¡Ven a nosotros, San Valentín, aunque sean tus dardos tan inciertos!