¿Por qué algunas ciudades son capaces de enfrentarse a crisis que las debilitan, saben innovar para mantener su dinamismo y encuentran nuevas fuentes de riqueza y empleo? Si tuviésemos una respuesta comprenderíamos por qué algunas ciudades tienen éxito en transformarse en ciudades globales.

Para responder a esa cuestión hemos de considerar las ciudades como organismos vivos, complejos, con un ciclo vital: nacen, crecen, envejecen y mueren, aunque algunas son capaces de reinventarse para iniciar un nuevo ciclo. Las ciudades exitosas consiguen reinventarse. Pero muchas no tienen esa capacidad y languidecen, perdiendo poco a poco vitalidad, empleo y población.

Vigo se plantea hoy esa pregunta. Y lo hace con angustia, temerosa de perder el rumbo y desmoronarse. Se enfrenta a una crisis crediticia y económica que la debilita; y a una competencia global que amenaza con llevarse por delante sus industrias tradicionales. Ante estos retos la ciudad ha de pararse a pensar cómo encontrar de nuevo el camino del progreso.

Por eso es de elogiar la iniciativa del Consorcio de la Zona Franca de convocar la próxima semana el Foro Vigo Innovación para debatir los caminos para reinventar la ciudad.

Su presidenta ha tenido la amabilidad de invitarme a participar en esta reflexión. Como vigués nacido en una de sus parroquias, Matamá, pero que vive gran parte del año lejos, agradezco esta posibilidad. Por eso, quisiera aprovechar las páginas de Faro de Vigo, una institución básica de la ciudad, para compartir con ustedes algunas reflexiones.

A grandes rasgos hay dos tipos de ciudades. Por un lado está la ciudad político-administrativa-financiera, como Tokio, Londres o Madrid, exitosa por ser sede del poder político y financiero de un país o una región más amplia. Por otro, está la ciudad económica-emprendedora, que basa su capacidad para innovar en la existencia de una base amplia de ciudadanos bien formados, con habilidades profesionales diversas, y un entorno de numerosas pequeñas y medianas empresas que generan dinamismo innovador. Boston, Milán o Barcelona son ejemplos de este tipo de ciudades.

Vigo es una ciudad del segundo tipo. Ha progresado al margen del juego político territorial. Es más, en muchas ocasiones ha tenido que hacerlo en contra de los intereses del poder político. Pero no debería preocuparse demasiado, el juego de la política suele restar energías emprendedoras. Barcelona puede ser un ejemplo.

Vigo fue capaz de reinventarse tres veces a lo largo de sus doscientos últimos años como ciudad. Las páginas de Faro pueden dar testimonio de esas reinvenciones. Primero pasó de ser una pequeña villa marinera a "ciudad-fábrica" pesquera. Más tarde, en la postguerra, se transformó en "ciudad-astillero". Posteriormente, en los años del desarrollo, en los sesenta, se reinventó como "ciudad factoría", con Citroën como bandera de su nueva identidad.

Ahora, Vigo necesita pensarse como una nueva metrópoli global del siglo XXI, combinando sus tradicionales habilidades nacidas en los talleres con la nueva economía del conocimiento, que sale de las universidades y centros de investigación.

¿Cómo escoger, de nuevo el buen rumbo? No hay un camino único. Las ciudades exitosas lo son porque han sabido encontrar su propio camino. Como dijo Machado y cantó José Manuel Serrat, no hay camino, se hace camino al andar.

Ahora bien, ¿tienen las ciudades exitosas algunos rasgos comunes? Uno de los economistas que a mi juicio mejor ha estudiado por qué algunas ciudades son exitosas, Edward Glaeser, de la universidad de Harvard, ha planteado una hipótesis muy sugestiva: las ciudades exitosas tienen en común la habilidad para retener y atraer gente joven emprendedora y ponerla a colaborar.

Dicho en forma más poética, las ciudades exitosas son aquellos lugares que logran hacer realidad los sueños de las personas que quieren progresar en la vida. La investigación económica y la propia experiencia familiar y personal me hacen compartir esta idea.

A partir de ella quisiera sugerir cinco acciones cívicas y políticas locales que pueden fortalezcan la capacidad de Vigo para retener y atraer gente emprendedora.

En primer lugar, hay que tener instituciones que sirvan de señuelo para hacer que la gente innovadora "anide" en la ciudad. Aunque soy del Celta, permítanme un ejemplo del Barça. La "Massia", es un lugar que atrae a las jóvenes promesas procedentes, como Messi, de todo el mundo. Vigo necesita tener muchas "massias" para fortalecer su capacidad innovadora.

En segundo lugar, es necesaria una política de vivienda de alquiler de precio asequible para que jóvenes con ganas de emprender puedan emanciparse. Aunque sorprenda, la política local de vivienda es un pilar de la política de innovación. Boston, Berlín o Londres han sabido comprender esta relación para atraer emprendedores.

En tercer lugar, hay que fortalecer un "credo" o, si lo prefieren, una "marca" de ciudad emprendedora, que ofrece oportunidades para progresar y que es acogedora para vivir. Londres ha sabido desarrollar lo que se llama el "londonism" como marca de ciudad. El "viguismo" incipiente puede jugar ese papel.

En cuarto lugar, hay que poner a cooperar a todos los que tienen capacidad para innovar. Vigo tiene empresas dinámicas, aunque con baja capacidad de I+D; y tiene centros de enseñanza profesional, universitaria y de investigación potentes. Ahora hay que ponerlos a colaborar para crear un conocimiento útil que potencie la capacidad de innovación de las empresas.

En quinto lugar, es necesario un gobierno inteligente de la ciudad, que sepa implicar a todos los ciudadanos, instituciones sociales y empresas en la tarea común de innovar para reinventar la ciudad del siglo XXI.

Creo que estos puntos pueden contribuir al debate para que Vigo encuentre su nuevo rumbo. Pero en todo caso, el reto que tiene la ciudad está claro: o innovar o languidecer.

*Catedrático de Política Económica en la Universidad de Barcelona