Ha dicho Ken Follet que la Edad Media no era la época perfecta para vivir y la ha calificado de brutal y violenta. Es curioso; no queda un tiempo pasado en el que la llamada novela histórica no haya hecho una incursión, pero parece que se hace necesario que el autor de varios best sellers de ambiente medieval diga una verdad tan básica. Es duro esto de idealizar ambientes: siempre hay alguien que te desmonta el tinglado. Recuerdo ver una tarde de verano, desde lejos, la catedral de Chartres, mientras me acercaba a la ciudad; recuerdo las torres recortadas contra el cielo. Los franceses son cuidadosos en la preservación de su patrimonio histórico y hacen que sea fácil sentir el poder evocador de las piedras de otros siglos. Pero decir Chartres es decir también el esfuerzo anónimo de quienes trabajaron para construir un templo. No hay sitio en la Historia para los actores secundarios y sí para los grandes nombres propios que ganaron batallas. Borges se lo hace decir al narrador de "Deutsches Requiem": la batalla y la gloria son facilidades; más ardua que la empresa de Napoleón fue la de Raskolnikov. El fútbol, tan de moda (¿casi?) siempre, viene a demostrar que los actores secundarios tratan de fundirse con los once jugadores a través de gritos y banderas. Es un empeño en hacer colectivo lo que a simple vista es cosa de un puñado de jugadores, en subir a las gradas el éxtasis del césped, en mezclar lo exclusivo con lo común.

Y no es que la Edad Media no se libre de que ahora Ken Follet nos diga que fue muy dura. Es que hasta la década más risueña del siglo XX está en tela de juicio, y el ingeniero de sonido de los "Beatles" ha publicado un libro. En él se cuenta, dice el periódico, el deterioro de las relaciones entre los cuatro músicos cuando Yoko acompañaba a Lennon en las sesiones de grabación del "Álbum blanco". ¿Hacía falta? Los "Beatles" marcaron una época que pronto quedó asociada a un estado de ingenuidad y no parece casual que ahora, en tiempos de tormenta en que no queda más remedio que saber qué significan los mercados y sus asaltos, se oiga que todas las uvas estuvieron verdes. Esto es cosa de la crisis, que exige descreimiento como medicina. Un poco de tregua, caray. Una cosa es ver a Berlusconi hablando de sentido de Estado y otra que te digan que los autores de "Abbey Road" se llevaban mal. Almodóvar dice que le ve talento a Berlusconi. Seguro que Coppola también. Almodóvar lo cree digno de un musical de Broadway; Coppola le habría asignado un papel más sombrío. Seguro que, entre los soldados que siguieron a Napoleón en los fríos de Rusia, hubo quien añoraba las torres de Chartres, tan lejanas. Bueno, y a las mozas que les dijeron adiós. Nostalgias.