Cuando llegó la crisis, un pintor famoso, cuyo nombre no viene al caso, decidió combatirla pintando mal, pues de ese modo ahorraba luz, calefacción y materia gris. Al principio no pintaba muy mal, solo un poco, pero a medida que las cosas declinaban, fue haciéndolo peor. Adquiría colores de mala calidad y lienzos arrugados y pinceles que impedían la precisión en el trazo. A veces dudaba acerca de ese modo de afrontar el problema, pero era lo que hacía todo el mundo. En la tiendas, como habían despedido a la mitad del personal, trataban al cliente a patadas; en los restaurantes, le echaban a uno la sopa por encima; las televisiones emitían refritos insufribles y las radios, tras prescindir de sus mejores guionistas, hacían programas basura… Hasta algunos periódicos, que vivían lógicamente del periodismo, dejaron, para abaratar costes, de hace periodismo.

El ejemplo del pintor famoso se extendió a otros ámbitos de la creación y algunos escritores, también para combatir la crisis, empezaron a escribir mal logrando un ahorro energético considerable. De hecho, apagaban la luz a las diez de la noche, cuando antes la tenían encendida hasta las tantas de la madrugada. La estufa de gas, que para escribir bien debía permanecer en funcionamiento las 24 horas, se ponía quince minutos al amanecer, para caldear el ambiente y ya. La industria cinematográfica, por su parte, y también como contribución al alivio de la crisis económica, realizó las peores películas de su historia al llevarlas a cabo sin técnicos de sonido ni operadores ni maquillaje ni actores principales.

No fatigaremos al lector con más ejemplos, pero le revelaremos que la crisis, con estas soluciones, empeoró, ya que la gente dejó de comprar pinturas, de acudir a los restaurantes, de ver la televisión, de escuchar la radio, de leer los periódicos, de adquirir novelas, y así de forma sucesiva, pues lo lógico es que las pastelerías quiebren cuando comienzan a hacer pasteles salados. Es lo mismo que si los ópticos empezaran a vender gafas sin cristales. Quiere decirse que estamos superando la crisis generando más crisis, lo que resulta un modo extraño de salir adelante.