El móvil ha devenido en una especie de constante vital, que los padres utilizan para conocer el estado de salud de sus hijos. Si a las cinco de la mañana del sábado estos no han vuelto a casa, les llaman. Lo más probable es que nadie responda, pero los significados de que el teléfono suene o de que esté apagado son distintos. Cuando el contestador, por ejemplo, tarda un segundo en hablar, quiere decir que su usuario está en el metro, quizá de camino a casa. Los padres de hijos adolescentes han aprendido a interpretar cada uno de los movimientos del teléfono móvil con una precisión sobrecogedora. Si a las cinco o las seis de la madrugada la cama del hijo o de la hija continúa vacía, los dedos se tornan huéspedes. Pocas cosas en este mundo producen tanta ternura como el desvelo de fin de semana de los progenitores. Cuando el adolescente llega, a las seis o las siete, con ganas de desayunar, se dan por bien empleados todos esos desvelos.

Leo que unos periodistas de las empresas de Murdoch mantuvieron artificialmente vivo el móvil de una niña muerta en busca de informaciones sensacionalistas con las que llenar de basura su periódico y las cabezas de sus lectores. No sé cómo lo harían, pues sin duda se requiere cierta habilidad técnica. El caso es que pincharon el teléfono para ver si había mensajes. A veces, ellos mismos los dejaban y, cuando el buzón estaba lleno, se ocupaban de vaciarlo. Tal actividad hizo deducir a la policía y a los padres que la niña se encontraba viva. Jugaban, en fin, sin escrúpulos con la esperanza de una pareja que se pasaba las noches vela, interpretando cada ruido de la casa vacía, por si era la hija que regresaba. El periódico para el que se cometía tal vileza era News of de World, que el propio Murdoch ha decidido cerrar, dice que porque ha perdido credibilidad ante los lectores, pero es mentira: lo que ha perdido es la cartera de anunciantes.

La credibilidad, a esta gente, le importa un pito cuando se venden dos millones y medio de ejemplares. A alguien capaz de pinchar un teléfono en esas circunstancias, y de jugar con su buzón de voz sin pensar en el dolor de la familia, le da lo mismo la credibilidad. Murdoch ya daba un poco de asco como magnate. Como periodista, es vomitivo.