El economista indio Raveendra Batra, inspirándose en el filósofo P.S. Sarkar, predijo la caída del comunismo en su libro "The Downfall of Capitalism and Communism" (1978). Respecto al capitalismo, también anticipó que sucumbiría como consecuencia de una gran crisis financiera que contaminaría a los sectores productivos. Estilizando los hechos, lo que recuerdo de la teoría de los ciclos sociales de Sarkar y Batra es, más o menos, lo siguiente.

En el primer periodo histórico de los ciclos, la sociedad vive bien ordenada reinando la justicia y la libertad, sabiamente equilibradas por la voluntad de los katris (del sánscrito Kshatriya, guerrero, que Ortega y Gasset transcribió como Katri). Katri, guerrero, en este contexto no arrastra imperativamente sentido militar sino de "luchador". El periodo de los katris es el de los jefes, los que se sacrifican por la especie. Es, sobre todo, la época en la que el modelo humanamente determinante ahonda en la habilidad personal basada en la destreza manual y en la entrega física.

Poco a poco el poder va pasando a manos de los intelectuales (Vipras) hasta que imponen la teocracia en la sociedad. Teocracia no tiene aquí una connotación religiosa, aunque cabe, sino ideológica quizás porque los primeros intelectuales fueron sacerdotes; los vipras le dan un fundamento sofisticadamente legal/ideológico, teocrático, al orden de los katris y gracias a ello los van apartando poco a poco del poder. El espíritu de sacrificio por la especie desaparece y en su lugar surge una casta de tecnócratas e ideólogos que justifican con fundamentos intelectuales la planificación e ingeniería social. A la "acción" y "heroísmo" de los katris sucede el periodo de "inteligencia" y "justicia" ideológica o filosófica de los vipras.

En el tercer periodo el entramado ideológico de los vipras deja resquicios por los que se introduce la clase de los acaparadores (Vaishya) especializados en los resortes económicos que aspiran el dinero; aparentan asociarse a la teocracia político-intelectual de los vipras hasta que se hacen con el verdadero poder. En un reparto de papeles en el que guardan los resortes del mando, los vaishyas utilizan a los katris degenerados como mercenarios y a los vipras como ideólogos para mantener y justificar el sistema productivo de confiscación monetaria.

Finalmente, la cadencia infernal de acaparamiento del dinero acaba haciendo estallar todo el entramado social por la rebelión de los siervos (Shudra). Las contradicciones horizontales y verticales que se acumulan son tantas que todo se derrumba y la sociedad cae en el caos. Los xudras son los trabajadores sin ambición ni espíritu de perfección ni deseo de hacerse con el poder y control social; los xudras promueven una libertad anarquizante que devuelve a la sociedad a un estadio cuasi cavernícola de clanes y tribalismo. En esta situación, la injusticia y el desorden reinan por doquier; la civilización se derrumba, o casi. Entonces resurgen los katris, los luchadores, los guerreros que asumen el sacrificio por la colectividad dotándola de nueva consistencia. Y así recomienzan los ciclos. Los periodos no son arquetípicos, unas épocas se entreveran con características de otras puesto que las cuatro castas o clases sociales coexisten históricamente, pero el modelo socialmente dominante ínsito en cada época obedece a alguno de los rasgos expuestos. No sé en qué periodo nos encontramos, sin embargo la escasez de dinero que resienten familias y empresarios hablan a las claras de su acaparamiento o confiscación insidiosa.

Cuando no subían los intereses de los préstamos ni las comisiones en las tarjetas de crédito para que los altos dirigentes pudiesen ganar tres millones de euros al año en negocios que ni son suyos ni había tractores ni existía el FMI, en la germánica Lorena –antigua Lotaringia, Lorraine en francés- los agricultores amontonaban el estiércol delante de las puertas de sus granjas exhibiendo la honesta riqueza. Ese estiércol –indicativo de la cantidad de ganado que poseía el granjero- una vez expandido abonaría la tierra, y las cosechas, transformando por la alquimia del trabajo el sudor en oro, serían la dote de las hijas: la bosta, el xudre, como medida de la calidad del contrato matrimonial. Lorena es actualmente la única región francesa fronteriza con otros tres países europeos –Bélgica, Luxemburgo y Alemania- y por entonces era asimismo región nuclear en las rutas del comercio europeo. La exhibición estaba destinada especialmente a los comerciantes extranjeros de paso que, echando una ojeada a la cantidad de estiércol, podían evaluar la dote sin necesidad de profundizar en más informaciones. De los detalles se ocuparían en su momento los notarios pero, ciertamente, el estiércol de Lorena acabaría irrigando la economía europea.

Es posible que en Inglaterra existiese la misma costumbre que en Lorena y fuese ello motivo de inspiración en Francis Bacon pues, como ya dije en alguna ocasión, Keynes le atribuyó el famoso apotegma "Money is like muck, not good except to be spread" (El dinero es como el estiércol, solo es útil si se expande). Porque, sin lugar a dudas, nada hay socialmente tan útil como el dinero cuando se emplea en nutrir el sistema financiero, productivo y comercial. Ni tan pernicioso y malsano cuando constituye un fin en sí mismo. Hoy día, en el corazón de Europa, los alemanes guardan tan celosamente el dinero como otrora exhibían orgullosos el estiércol a las puertas de las granjas.

Cuando el dinero escasea es porque quienes lo detentan no lo utilizan para consumir ni producir bienes y servicios sino para obtener más dinero sin trabajar. China tiene en este momento más del equivalente de dos billones de euros de reservas de cambio. En situación de enrarecimiento monetario el valor del dinero aumenta respecto al único bien –el tiempo- de que dispone la gente, el así llamado pueblo. En las coyunturas de racionamiento monetario con muy poco dinero se compra mucho tiempo humano. Pero, ay, el tiempo es vida y por tanto se está comprando vida. Y la vida de la gente es una cosa muy seria con la que no se debe jugar. Eso es, dígalo Agamenón o su peluquero, pura y simplemente explotación: el robo de la vida. Y de ello tiene en parte culpa la globalización toda vez que la apertura de las ventanas al mundo propicia que por donde entra un amante también pueda colarse un ladrón. Hay que dejarse de pusilanimidades y ver la realidad cara a cara: con el euro –una globalización a ultranza en el interior de Europa- y la globalización exterior, Alemania y China están acaparando el dinero, robando la vida de los jóvenes, arruinando a nuestros empresarios y provocando el desvalimiento económico de los mayores.