Hace unos días, el máximo responsable de un banco mediano era claro en su previsión sobre el sistema financiero e institucional español: no habrá más de seis o siete entidades, que serán bancos, mientras que las autonomías deberán afrontar una reducción "sustancial" de su presupuesto. Y ello será así porque son elementos que crean "angustia" en los mercados internacionales.

Por eso, es curioso oír a las autoridades hablar de "recuperación". Como si las medidas adoptadas (recortes, aumentos de impuestos) fueran dolorosas, pero transitorias, antes de "volver a 2007". ¿Y si no hay nada que recuperar, porque ya nos hallamos en el escenario con el que lidiaremos en los próximos años? Con una reducción del crédito (y de las entidades que lo concederán), ¿alguien cree que regresaremos a 800.000 inmuebles anuales vendidos?

Los anuncios de congelar oposiciones de profesorado en numerosas autonomías; de parar la construcción de hospitales en Cataluña (atención a lo que pasará en las demás autonomías desde junio); de conceder ayudas a unas compañías aéreas (Spanair) y no a otras (Ryanair, en Girona)… implican que entramos en una nueva era: la del uso eficiente de los escasos recursos públicos.

Por otra parte, eso debería ir acompañado de una proyección sobre el futuro modelo económico del país: ¿optaremos por exportar, investigar y mejorar resultados académicos –y eso no se consigue solo poniendo ordenadores en las aulas– o seguiremos queriendo vivir del ladrillo y el turismo? Si es lo segundo, evitaríamos situaciones como que el 10% de parados cualificados oculte su formación y se diría a la decreciente clase media que no envíe a sus hijos a la universidad, sino que se especialice en cursos de camarero o gruista. Tiene menos glamour, pero es más práctico.