Bajo el probable influjo de San Valentín, un grupo de escritores y cineastas va a rodar en las próximas semanas la primera película de género porno hablada –y gemida– en lengua gallega. Cierto es que la lengua no se usa sólo para hablar en este tipo de filmes, pero tampoco "El divino ferrete" –que así se titulará la cinta– es un largometraje pornográfico al uso. Lejos del primario porno de metisaca y de aquí te pillo, aquí te mato, la pionera contribución de Galicia a este licencioso género contará con un guión de lo más sólido al que han contribuido varios novelistas.

Galicia ya había proporcionado escenarios naturales para el rodaje de algún que otro corto con muchos pitos, higos y flautas; pero, acaso por inercia, los actores se limitaban a gemir en castellano. Esta vez será diferente. La normalización lingüística llega ahora al lecho, última frontera de la intimidad que aún tenía pendiente de traspasar el gallego que siglos atrás fue idioma de reyes y trovadores. Si bien algo tardíamente, la lengua del país va a penetrar por fin en el más moderno gremio de los gemidos que en España señorea Nacho Vidal, actor de impar batuta.

La idea podrá parecer insólita y poco edificante a las gentes de moral más bien estricta en cuestiones de entrepierna; pero de lo que aquí se habla no es tanto de sexo como de lenguaje. Visto el asunto desde esta perspectiva, pocos dudarán de que "O divino ferrete" contribuye más que cien subvenciones a normalizar y enriquecer los usos del gallego en ese íntimo y delicado ámbito. Treinta páginas de guión dan para mucho, de modo que a los clásicos "Máis, máis" y "Non pares, segue así" se unen algunos felices hallazgos lingüístico-eróticos tales que: "Ábreme a lata", "Rózame a braña" o "Voucha poñer a punto de neve". Expresiones como estas servirán, sin duda, para agrandar el repertorio de ternezas y arrumacos de los amantes con denominación de origen gallega.

Nada más natural que la galleguización del porno. Pueblo famoso por su afición a los goces de la pitanza y de la bebida, Galicia tiene también una larga, si bien menos conocida, tradición en materia de placeres horizontales. Los fiadeiros, las romerías y las muiñadas en las que a menudo salían molidas las carnes canalizaron en su momento la voluptuosidad de las gentes de este país, antes de que la emigración lo vaciase de personal joven. Desaparecida aquella Galicia rural y carnal por quiebra del censo, los gallegos tardarían décadas en recuperar sus viejas costumbres; pero no es menos verdad que ahora vuelven con fuerza.

Nuestro particular Rexurdimento erótico comenzó hace menos de una década en el Salón dedicado a las infinitas variantes del arte amatorio que desde entonces viene celebrándose en Vilagarcía con gran éxito de crítica y público. Ya en su primera edición, el exhaustivo programa del certamen incluía sesiones de porno duro, semiduro y blando; fornicaciones en directo y, lógicamente, la exhibición y venta de toda la panoplia de accesorios para el coito que exige el buen gobierno de la libido. A ese gozoso evento se uniría poco después la feria "Eros Galicia" de A Coruña que, entre otras novedades, añadió un apartado de arqueología erótica con una performance de Illona Staller, alias Cicciolina: la ahora añosa pornodiputada italiana que tanto ayudó a calentar las sesiones del Congreso de Roma allá por los años ochenta.

Bien servidos como vamos de fiestas gastronómicas y salones de picardías, a los gallegos tan sólo nos faltaba una incursión en el ramo del cine porno para completar el círculo de los gozos y alejar en lo posible el de las sombras. No es seguro que "O divino ferrete" vaya a alumbrar una industria cinematográfica del género en Galicia, pero al menos es un primer paso. La Xunta debiera premiárselo incluyendo la película en su paquete de medidas para el estímulo de la natalidad.