Es tan grande el vacío que ha dejado el despertar del sueño de la revolución, tal la nostalgia del paraíso perdido, que los viejos rockeros festejan cualquier cosa que rompa la monotonía del discurso dominante como si fuera el regreso del Mesías. Así ocurre estos días con las movilizaciones en El Cairo y con el oasis de la Plaza de la Liberación, una masa bastante organizada que alguien ha llegado a comparar con la Comuna de París (1871), mientras otro comentarista saludaba hace días el despertar social en los países musulmanes como el retorno del Viejo Topo (alegoría de la revolución, para Marx). Ahora tal vez comenzarán las peregrinaciones de los buscadores del milagro que no quieran perderse el directo del nuevo descendimiento de las lenguas de fuego. Pero el único milagro posible será que en la plaza logre imponerse el sentido común y la prudencia, sin jugar con fuegos.