A estas alturas y a la vista de lo que dicen –y de lo que hacen– unos políticos y otros en esto de las Cajas, hay al menos dos hechos que parecen milagrosos. El primero es que aún haya aquí quienes les tengan cierta confianza, aunque es verdad que las encuestas señalan que son cada vez menos. El segundo, que las entidades resistan el disparate que con ellas –y sus empleados y clientes– se está cometiendo.

En ese marco resulta necesario matizar, siquiera para dejar claro que, a pesar de que ninguno quede exento de responsabilidad en esta vergüenza, no todos tienen la misma. Y aunque el señor Blanco por ejemplo se empeñe en echarle la culpa a la Xunta de la confusión, hay algo que ni siquiera su dialéctica puede ocultar. Primero, que el gobierno al que pertenece es el que juega al engaño, y, segundo, que el que hizo el ridículo en Galicia fue su partido, el PSOE, porque en éste, como en otros temas, lo de PSdeG es mucho decir.

Pero hay algo especialmente impúdico que no debe pasar como si nada. El mensaje que lanzan algunos socialistas sobre el carácter "social y progresista" de la política financiera de Zapatero. Bastaría con repasar declaraciones –solemnes– de don José Luis hace un año para comprobar la impostura, pero como la coherencia no forma parte de su bagaje no estará de más otro dato: a la gran Banca le encanta lo que se está haciendo con las Cajas –y con las pensiones–, de forma que una de dos, o Botín se ha hecho de izquierdas o quienes gobiernan lo hacen para satisfacerle, y a los suyos, aún más.

El problema es que la alternativa, a pesar de las apelaciones de la Xunta, o no existe o es aún menos "social", que un margen para eso siempre hay. A no ser, claro, que el señor Feijóo acierte a diferenciar entre la política de la canciller Merkel, que es la que sigue a pies juntillas el desdichado Zapatero, y la de Mariano Rajoy Brey. En lo que a Cajas se refiere y a prácticamente todo lo demás, así que vaiche boa.

Mientras, y como queda dicho, a nadie parece importar tal exhibición de mezquindad ni el riesgo de desánimo en el personal de la entidad y de desconfianza entre sus clientes que semejante tropa política causa con lo que dice y hace. Es lamentable que cuando todos deberían remar juntos, demuestren otra vez su escasa talla. Claro que, como no hay mal que por bien no venga, consuela el dato de que si aún no se han cargado el sistema financiero gallego es que éste lo resiste casi todo.

¿O no...?