Así pues, y al menos por aquello de que a nadie le amarga un dulce, es probable que la idea que repuso el señor conselleiro Hernández sobre la gratuidad del peaje de la AP-9 entre Pontevedra y Vigo esté aportándole al autor más aplausos -excepto en los usuarios de los otros tramos, claro- que pitos. Lo malo es que se trata de una perdiz tan mareada que su cazador se arriesga a que perder mérito.

Y no resulta una perdiz cualquiera. Su señoría, que es hombre capaz, habría debido repasar con más cuidado los precedentes para darse cuenta, así, de que en esto de la gratuidad su propio partido incurrió ya en tan flagrantes contradicciones que, guste o no que se diga, ahora le quitan valor a su iniciativa. Y por si le falla la memoria se pueden recordar las votaciones en las que, con el PP gobernando en Madrid, se rechazaban allí las propuestas que se hacían aquí. Y hasta hubo un diputado que votó en contra de lo que había defendido ardorosamente como alcalde.

Ítem más: el momento en que don Agustín se decide a darle otra vuelta a la perdiz se solapa con los anuncios sobre la reactivación del proyecto de autovía entre Vilaboa y Mos como alternativa al peaje. Y dado que los tiempos no están para dispendios, hay que decirle al gobierno -central, que es el que decide eso- que una de dos: o peaje o autovía, y ahorrar así un dinero muy necesario en otras cosas. Que puede ser lo que algunos llaman la cuenta de la vieja, pero que no por ello ha de tenerse por despreciable.

Lo dicho no pretende banalizar asuntos que tienen su importancia, sobre todo para miles de personas que podrían ver un poco recortados sus gastos. Pero hay que exigir una cierta racionalidad, que es lo que se predica como parte esencial de los remedios contra la crisis; lo que sucede es que precisamente por reponerse ahora, la propuesta del señor Hernández tiene un aroma tan electoralista que se detecta en la lejanía. Algo que negará su autor, pero que muy discutible no parece.

A partir de ahí se puede suscitar otro debate interesante: determinar hasta qué punto una idea responde sólo a intereses partidistas o no en función del momento en que se plantea. Es complicado, desde luego, y por eso hay que seguir pistas; una de las mejores está en los precedentes, y los que hay demuestran que en este asunto los grandes partidos se han dedicado más a predicar, y sobre todo en vísperas electorales, que a dar trigo.

Quizá por eso Galicia tenga ahora una autopista con servicio mediocre y tarifas de lujo.

¿No...?