Del natalicio del año sabemos muy poco, nos enteramos porque un familiar se fue del pico. "Penélope y Javier han sido padres. Tanto ellos como su bebé se encuentran bien", vino a decir el comunicado oficial de la oficina de prensa de la familia Bardem–Cruz, entrando en los anales de la cursilería, pues nadie pensó ni por un momento que un parto arriesgue la salud del padre, salvo que se trate del padre de Biutiful, que es de lo más chungo y al pobre le puede pasar de todo. ¿Que no se rebanó el pulgar cortando el cordón umbilical, o lo que haga un tío en un paritorio, que no tengo ni idea? Pues enhorabuena. La ridiculez se ha instalado en la hispana pareja oscarizada, que no quiso aclarar ni el sexo de la criatura, ni cuándo llegó al mundo. Sabemos que nació en uno de los hospitales más caros y exclusivos de los Estados Unidos, donde alumbran las estrellas multimillonarias si al final no se deciden por un centro sanitario en Alcobendas, pueblo querido; la elección de Los Ángeles cuadra perfectamente con la preocupación social que siempre demuestran Pe y Bardem. Sabemos que poseerá doble nacionalidad, pero ninguna de ellas es precisamente la saharaui. Sabemos que unos días antes sus papás montaron una fiesta bebé al más puro estilo americano, la cual por suerte no incluyó la invasión de un país árabe, a la que acudió Leonardo Di Caprio con su novia modelo, mas no Willy Toledo.

Y ya está. No sabemos más. El resto es misterio y especulación. ¿Que Javier se topará en un pasillo con Charlie Sheen, ingresado igualmente estos días en el Cedars–Sinai por mor de sus excesos? Puede. ¿Que fue cesárea? Ni idea. ¿Que la pareja se inspira en Michael Jackson en su cruzada protectora de la imagen del menor y ya han comprado una colección de pasamontañas de Dolce & Gabanna para el bebé? Cabe. De repente, dos estrellas de Hollywood que caían bien por separado se han unido para constituir un petardo y cometer el peor pecado contra el séptimo arte: se han sobreactuado. Vale que valoren su intimidad. Yo también lo hago, y por eso sólo veo televisiones sin publicidad, para que de repente no se me aparezca en el salón Penélope con sus pestañas de abanico vendiéndome un rimel (conste que en el anuncio las lleva postizas), o con su melena al viento recomendándome determinada laca. A él patrocinando causas solidarias que casan perfectamente con los jets privados resulta imposible eludirle porque sale en los telediarios. Vale que vivan su actual vida sin acordarse de las entrevistas que dieron para hablar de Tom Cruise o Matthew McConaughey, pero tampoco hay que ser tan neuras. El martes un programa serio y de audiencia millonaria de una radio llamó a Carlos Bardem para felicitarle por la tercera nominación de su hermano a los Oscar, y él tiísimo se dedicó a promocionar la película que está rodando en París, la obra de teatro de la matriarca y todo lo habido y por haber relativo al clan, y no se le ocurrió algo tan simple como, "por cierto, que Javier ya ha sido padre". Sin más. No sé, me parece una actuación muy poco natural.