De modo que, ratificada la evidencia de que en materia pesquera España, y por tanto Galicia, apenas pintan algo en el contexto europeo, quizá sea momento para reflexionar y analizar nuevas estrategias. Al menos para salvar de la quema a parte de un sector que se desespera contemplando como un gobierno tras otro chocan con el muro de la UE a la hora de habilitar políticas que atiendan tanto el interés del pescado como el de los pescadores.

Viene a cuento el introito tras el fracaso de la nueva ministra Aguilar a la hora de lograr una ampliación de las cuotas en aguas y especies en las que, superada la leyenda negra –en parte merecida–, la tecnología y el esfuerzo españoles han dicho y tiene por decir muchas cosas. Y ese fracaso no es tanto personal como colegiado, con responsabilidades que se extienden, hacia atrás, a unos cuantos ministros, aparte de –por supuesto– de a sus jefes correspondientes.

Explicaciones para ello se han manejado bastantes. Entre las más utilizadas está la de la fuerte influencia conservacionista en la política común de la Unión Europea. Una corriente que determina un notable porcentaje de votos en algunos Estados de peso comunitario clave primero porque la implantación de lo verde y el mar crece y, segundo, porque aparte del philosophare, el vivere está cubierto y la demanda de pescado en esos países ecologistas también.

En este punto no estará de más señalar algo que el sector denuncia aquí –con mucha más razón que éxito– desde hace mucho: quienes en la UE restringen en defensa de las especies los cupos a sus socios, abren los mercados comunitarios a terceros que esquilman los oceanos con una impudicia sistemática. Y es que, al fin y al cabo, también en eso es aplicable lo de que no hay peor ciego que el que no quiere ver, sea comisario o director general de la Unión Europea.

Así las cosas, y frente a esa hipocresía, España habrá de habilitar, como quedó dicho, otras estrategias. Lo ideal sería convencer a los artífices de la política común de que son –porque lo son– del todo compatibles pesca y conservación, pero como en eso no ha habido ni suerte ni destreza, el cambio se impone. Porque hay margen y porque no queda otro remedio, dicho en román paladino.

Y además hay cómo. Cara al exterior con la ampliación de la cooperación con terceros países para faenar en sus aguas. Hacia dentro con el fortalecimiento de la acuicultura, una alternativa en la que se ya se perdió demasiado tiempo.

¿Eh?