En esta sociedad malcriada por una opulencia de burbuja es más fácil unirse a la contra que a favor.

Un ejemplo claro: derechas e izquierdas, catalanes y manchegos, culés y merengues se unieron contra la invasión de Iraq. Lo de menos eran las mentiras de Bush. Lo que contaba era el reflejo antiamericano, que data de la guerra de Cuba. Admiramos lo estadounidense y nos encanta comprarlo en los grandes almacenes, pero damos por hecha la perversidad de su política exterior desde el hundimiento del "Maine". Aznar naufragó en las Azores.

Otro de más reciente: de Fisterra a las Canarias estamos unidos por el cemento del rechazo a Marruecos. Lo de la solidaridad con los saharauis no es una causa, sino una consecuencia. Lo que cuenta es la memoria de las glorias perdidas y las sucesivas derrotas; incluso de las razias de Almanzor. Cada vez que hay un roce diplomático, tirios y troyanos exigen mano dura al gobierno, aún al precio de nuestros intereses materiales.

Los socialistas catalanes se han hundido al quedarse sin un enemigo claro que una a sus electores. ¿Contra quién iban a votar? Aznar ya no manda, Pujol ya no manda, y girando la vista en derredor solo veían gobiernos socialistas: en el Estado, en la Generalitat, en los ayuntamientos. La unidad posible era justamente la adversa: en contra de los socialistas omnipotentes; si todo val mal y ellos están en todas partes, la culpa debe de ser suya.

Contra los controladores aéreos se unió la sociedad española a partir del pasado viernes por la noche, porque ya hace años que odiamos sus privilegios y su poder incontestado. Si Rubalcaba hubiera mandado a los soldados a desfilar por dentro de las terminales, camino de las torres de control, hubieran sonado cerradas ovaciones.

Se está ahora fraguando la gran unidad contra Zapatero. Los suyos se están incorporando a la operación de acoso y derribo. No saben a dónde van, pero así, por lo menos, saben contra que van, y eso es quizás lo único que pueden hacer. Lo cierto es que el personaje se lo ha ganado a pulso, y ahora ya no tiene remedio. Si el PSOE lo aparca pronto, perderá las elecciones pero puede salvar algún mueble. En caso contrario, la pérdida será mayor. El protagonismo de Rubalcaba en la crisis de los aeropuertos puede haber sido el principio del final.

Todos contra Zapatero. Pero, ¿a favor de qué?