No se puede ir contra el genio de un pueblo, acabó admitiendo Azaña. Unamuno acuñó aquella enigmática "intrahistoria", una especie de capa freática o curso subterráneo que no se ve en superficie pero en un punto u otro rebrota. En nuestra intrahistoria hay demasiado catolicismo como para pasar de él por las buenas. En España una minoría cree sin fisuras y a tiempo completo, otra minoría no cree en nada, y la gran mayoría cree a ratos, o se deja llevar, y se recuesta sobre todo en ritos, sin dejar que la religión condicione su vida. Esa gran franja hipocreyente viene a ser a la religión lo que las clases medias a la sociedad, y conviene que se sienta confortable bajo cualquier gobierno, para la buena salud de éste. A religión y a laicismo habría que bajarles el énfasis, como hace la mayoría de la gente de la calle con estas sustancias, solo nocivas para el cuerpo en dosis altas.