De modo que, demostrado en la última sesión de control parlamentario que la Xunta anda escasa de argumentos, quizá no tuvieran a mal los exégetas -incluidos los que forman su aparato comunicador, metido en los antiguos métodos del agitprop- el admitir alguna reflexión. Que se formula no tanto desde la crítica negativa cuanto desde la mera observación, útil siempre aunque solo sea por aquello de que cuatro ojos ven más que dos.

La citada escasez se demuestra porque, a poco que señalicen con detalle las respuestas a la oposición, se detecta en ellas, más que nada, referencias al pasado, a lo que supuestamente hizo o dejó de hacer la Xunta de la que formaban parte PSOE y BNG, que son los que ahora preguntan. O sea, el mismo método que tantas veces denunció el PP en la oposición para denunciar las tácticas de los bipartitos.

Eso fue lo que hizo su señoría el presidente Feijóo en respuesta a los portavoces nacionalista y socialdemócrata: decirles lo de "y tú más" o "y tú peor" en asuntos de reducción de gastos sociales o de extraños contratos con empresas privadas para hacer lo que la propia Administración puede y debe. Un ejercicio de memoria que no resulta malo per se si solo es una referencia, pero que parece un error si se usa como un dogma determinante.

Y es que, como ya se dijo hace mucho -cuando don Alberto padecía lo que hoy dispensa- lo que hizo mal un gobierno no hace falta citarlo en demasía: se sabe, lo recuerdan los ciudadanos y por eso deja de ser gobierno y se convierte en oposición. Las elecciones depuran responsabilidades, y marear la perdiz con la memoria resulta explicable durante unos meses, pero más de año y medio después del tránsito, ya no.

La sospecha de que esa táctica obedece a la falta de argumentos es tanto más fundada cuanto que se emplea no para anular dialécticas brillantes o críticas imaginativas: en realidad, lo que sale de la izquierda parlamentaria es casi todo más de lo mismo. El BNG insiste en que el jefe del -Ejecutivo tiene la mira puesta más en Madrid que en Santiago y el PSOE redunda cada dos por tres en lo de la privatización. Vaiche boa.

Con ese panorama -opinable, desde luego, pero que es el que ve una gran parte de la gente corriente de este país- la función pedagógica de la política resulta aún más necesaria. Y ya no se diga si se enmarca en la crisis, aunque Zapatero siga en su línea autista y afirme que en España se vive mejor que en 2004. Cáspita.

¿No...?