En el político de altura suelen mandar siempre las grandes obsesiones. Quiere el poder, que es la premisa para poder hacer cosas, pero lo quiere sobre todo para conseguir algo que lo meta en la historia. La obsesión de Zapatero ha sido siempre la pacificación de Euskadi, un modo de reengancharse en la Transición cerrando la única cuestión aún pendiente. La Transición: un tiempo mítico para los que no participaron en ella. Esa clave es necesaria para entender el pacto de legislatura con el PNV. A través de él ZP aspira, claro, a darse estabilidad en el poder hasta acabar la legislatura, pero también a tender el puente bajo el que pasen las aguas de la paz en Euskadi, un asunto imposible sin la complicidad entre Gobierno y PNV. Esa es la estrella de ocho puntas que ZP quiere bajar del cielo. Puede ser la buena estrella que algunos aún suponen a ZP, pero también un agujero negro.