"Chanel devuelve la magia a París", leo en el titular de un desfile de modelos, encima de la foto de un grupo de jóvenes ataviadas con gasas negras, con los ojos en sombra. Toda foto es ya magia, pues detiene el movimiento, y nos hace ver lo oculto por la ilusión cinética. "Magia" es palabra irreductible, límite, que no se explica por medio de otras palabras, y cuelga del aire, sin andamio ni escalera. ¿En qué reside la magia del otoño, ese sentimiento de confort, acogimiento, calidez, y a la vez de vida paradójicamente renacida tras el verano? La mengua de la luz, el golpe suave de la lluvia, las hojas que vuelan, el mar bronco en la costa, ¿qué evocan, o de qué son reminiscencia? Como no lo sabemos, echamos mano de la palabra límite, "magia"; pero el escritor nunca se resigna. ¿Llevará dentro la promesa de una segunda vida, o, al menos, de una puesta de sol interminable?