En la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) de Vigo han suprimido 17 profesores en tres años, cuando en este tiempo se ha incrementado el número de alumnos. Le han negado modificar los horarios para agrupar las tres sesiones semanales de hora y media por clase que se imparten en dos sesiones de dos horas, como solicitaban la mayoría del claustro y el alumnado. Con una matrícula de siete mil alumnos, que equivale a un tercio de los que cursan estudios en la Universidad de Vigo (los tres campus), tiene la vigésima parte de profesores que ésta, entre los que figura el conselleiro de Educación, Xesús Vázquez.

Es decir, la Xunta de la que depende, ni respeta su autonomía ni la tiene en consideración. Por lo que es ajustado decir que la EOI de Vigo es objeto no de desprecio, que es un término excesivo, pero sí de menosprecio.

Lo paradójico del caso es que ocurre durante el gobierno de Núñez Feijóo, que ha llegado al poder a caballo de los idiomas. Una de sus batallas preelectorales fue la igualdad de enseñanza de los idiomas gallego y castellano –y ha sido y es un acierto–, y el respeto lingüistico, el mismo que se practica en las calles y quiere la mayoría de los ciudadanos.

Ocurre cuando se ha iniciado la implantación del plurilingüismo en las aulas, en las enseñanzas básica y media, y en el presente curso ya hay centros en los que se estudia en inglés, gallego y castellano.

Las Escuelas de Idiomas, para quien no las conozca, son centros de un aceptable nivel académico, con un profesorado capacitado y equiparable al que ha obtenido plaza en institutos o universidades de su misma especialidad.

La función que desempeñan, en un mundo globalizado, donde el conocimiento de las lenguas es tan necesario que se hace imprescindible para todo tipo de relaciones laborales, sociales, académicas y turísticas, debería ser un argumento lo suficientemente poderoso para que a las EOI no solo se las tuviera en consideración sino que se las mimase.

Sería lamentable que el menosprecio se debiera a la plural procedencia del alumnado, que no esté cualificado por una base académica previa. Inmenso error. En las EOI, el alumnado incluye desde amas de casa, emigrantes, parados, jubilados, estudiantes de diversas disciplinas, titulados universitarios y profesionales cualificados, que acuden a aprender o perfeccionar un idioma. Y quieren, por motivos múltiples, hacerlo en la EOI y no en una academia o centro de idiomas privado.

En un país en el que, hasta hace poco, no se valoraba los idiomas como debiera, en el que tantas generaciones han intentado aprender inglés durante años sin conseguirlo, cuando surge la voluntad de romper esa barrera, y poder acudir, por ejemplo al musical "Billy Elliot" que ahora está en escena en el espléndido teatro Oriental de Chicago, y entenderlo, más que una concesión de la Xunta a las EOI, es una obligación grave.

No es infrecuente el caso del alumno que "estudió" inglés en el bachillerato, en la Universidad, y hasta en la empresa, visitó decenas de ciudades angloparlantes, desde Nairobi a Kingston, Birmighan, Sidney, Boston o Vancouver, no aprendió inglés por falta de interés, y llegado un momento decide de una vez por todas reemprender su aprendizaje en una EOI.

Por fortuna, el aprendizaje de los idiomas para las nuevas generaciones, por imperativo de la globalidad y porque somos la novena potencia económica mundial, ha cambiado. España y Galicia han entrado a formar parte de los países en que es natural el plurilinguismo, porque está en los colegios y los niños viajan al extranjero a aprender y perfeccionar idiomas.

Pero los que quieren o tienen que estudiarlo aquí, deben de disponer de todas las facilidades para hacerlo, y en la enseñanza pública. ¡No sea que lo que se pretenda sea derivar hacia las academias y escuelas de idiomas privadas al alumnado! Sería imperdonable.

¿No es el mercado una de las reglas que definen el comportamiento de los ciudadanos y una pauta para la acción política? Pues las EOI tienen demanda, afortunadamente para la formación y cualificación de la sociedad, mucha demanda, y en consecuencia deben de obtener una respuesta generosa en forma de profesorado, medios y autonomía por parte de la Xunta.

En resumen las EOI no pueden ser por más tiempo objeto de menosprecio como está ocurriendo. Merecen respeto y un trato muy especial.