Hay todo tipo de análisis sobre los Campeonatos Mundiales de Fútbol en Sudáfrica que ya caminan hacia su desenlace con España jugando una semifinal contra Alemania. En el suplemento semanal de "The New York Times", que publica un diario madrileño, se analiza la competición desde una curiosa perspectiva. Bajo el título "Un nuevo orden mundial", un comentarista llamado Tom Brady aprovecha el devenir de la competición deportiva para hacer una serie de reflexiones sobre la positiva evolución de la economía y de la política sudamericana respecto de los países europeos. Por ejemplo, en el primer párrafo de su artículo (faldón de la portada) dice lo siguiente: "La brillantez mostrada por las selecciones latinoamericanas sobre el terreno de juego en el Mundial de Fútbol puede ser el anuncio de una transformación mayor ya que los ejemplos de cambios políticos y económicos son una buena señal para el Nuevo Mundo. España —continúa— salió en defensa de la Vieja Europa y restableció la apariencia de la realidad futbolística al vencer a Honduras por 2-0. Pero fuera del terreno de juego, la limitada influencia de España sobre sus antiguas colonias quedó de manifiesto en una cumbre con los países latinoamericanos a mediados de mayo. Con su creciente desempleo y su crisis bancaria el antiguo amo parece débil". Luego, se extiende en otras consideraciones, y aporta datos esperanzadores sobre la favorable evolución del turismo norteamericano hacia los países del sur del continente, dados los cambios positivos en materia de seguridad ciudadana y las buenas ofertas inmobiliarias a precios atractivos. Si tenemos en cuenta la posición de predominio de la potencia del norte de América sobre los países del sur (recuérdense toda la serie de intervenciones militares y el apoyo explícito a dictaduras siniestras) las expresiones "antiguas colonias" y "antiguo amo", referidas a España, tienen un evidente tufillo demagógico. Desde que en el año 1898 desapareció el Imperio español, con la pérdida de Cuba, el único y verdadero amo de los países de América del Sur fue Estados Unidos. Utilizar el pretexto de los resultados de un campeonato del mundo de fútbol para hablar de un nuevo orden mundial, de la pérdida de influencia de la vieja Europa, y, de paso, otorgarle a España el papel de una potencia colonial decadente, parece un recurso dialéctico no solo pobre sino también un tanto precipitado. En el momento en que el señor Brady escribió su artículo, seguían en la competición Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, mientras Italia, Inglaterra y Francia (es decir la vieja Europa) ya habían hecho las maletas. Y nadie podía imaginar que Brasil y Argentina no llegasen por lo menos a semifinales. Pero el fútbol es imprevisible, y dos de los grandes favoritos quedaron fuera. Ahora, sólo cuatro equipos (España, Holanda, Alemania y Uruguay) tienen aspiraciones de alcanzar el título. Si el articulista de "The New York Times" fuese aficionado a los estudios históricos podría caer en la cuenta de que estamos en vías de reconstruir, por medio del fútbol, el viejo Imperio español de la época de Felipe II, cuando en nuestros dominios "no se ponía el sol", de tan extensos que eran. De hecho, en aquel tiempo, Holanda, Alemania y Uruguay estaban bajo la tutela de la corona española. Y lo mismo sucedía con bastantes de las naciones anteriormente citadas, incluidas Portugal y Brasil. Lo dicho, señor Brady, en nuestros dominios (futbolísticos) no se pone el gol. Al menos, de momento.