En la reunión del G-20 en Toronto estaban los países ricos y los emergentes, pero han estado ausentes los poderes reales del mundo. Esos poderes son los mercados y la calle, dos entes sin personalidad jurídica ni identificación física –como ocurre con toda masa– pero que están ahí, y se agrupan y manifiestan para mostrar su fuerza cuando hace falta. Los mercados son la masa de dinero, y la calle la masa de carne que puede ocuparla e imponer su ley, un ser tan real como toda energía, que un día aterrorizó a Elias Canetti y cambio su vida. La veleidosa voluntad de la masa de dinero tuvo cierta presencia, aleteando como un gran vampiro tras la postura temerosa de Angela Merkel, pero la masa de la calle no estuvo en Toronto. La masa de la calle ha asomado su cabeza en la huelga salvaje del Metro de Madrid, y puede acabar levantando el mantel de juego, y hacer saltar las fichas por el aire.