Miguel Boyer ha declarado que "si se siguen bajando los salarios o manteniendo los que hay ahora en la alta administración, pronto sólo llegarán los analfabetos a la dirección del Gobierno". Como ahora todo el mundo cuestiona el sueldo de todo el mundo supongo que la afinación que nos avanza un hombre tan listo como Boyer es que el analfabetismo pronto estará marcado por un nivel de ingresos. "Analfabeto" es una palabra que impresiona mucho. Llamas analfabeto a un bebé, aunque sea cariñosamente, y siempre hay quien te reprocha: "no digas esas cosas del niño".

El nuevo hombre ilustrado no será catedrático y académico con extensa obra laureada sino presidente de banco. Cuando algunas universidades se apresuraron en nombrarlos doctores "honoris causa", como pasó con Mario Conde, creíamos que era para hacerles fotos vestidos de manera ridícula. Pues no. La ropa es lo de menos.

Emilio Botín puso chaquetilla roja de botones de banco para patrocinar a Fernando Alonso. La relación entre analfabetismo y dinero pasa un momento tan raro que a mucha gente le ha parecido bien que bajen un 5% el sueldo a los maestros. Hay economistas que lo consideran una "medida valiente" (¿Conservan el miedo infantil al maestro?). Según su baremo, quieren convertir en analfabetos a los que enseñan a leer y escribir. Pronto la academia incluirá una tercera acepción de analfabeto: persona que gana poco dinero, sea por cuenta ajena o propia. Según esta calificación alfanumérica (letras + números=nombre + dinero) cuanto más alto seas como alfanumérico menos analfabeto serás.

A Sarah Palin, que casi llega a vicepresidenta de EE UU cazando lobos desde una avioneta, la creíamos casi analfabeta. No lo es porque ha escrito un libro y porque le pagan 100.000 dólares por decir gilipolleces en una cena. Seguro que alfanuméricamente es interesante.