El economista y matemático Juan J. Calaza ha replicado recientemente (Faro de Vigo de 20 de abril) al profesor de genética David Posada en relación a un intercambio previo de cartas sobre la evolución y el diseño inteligente. Como docentes de la asignatura de Evolución de primer curso del grado de Biología e investigadores en activo en dicho campo nos sentimos en la obligación de hacer un par de puntualizaciones en relación a dicho intercambio de cartas en su periódico.

Empecemos por el origen del conflicto. Al Sr. Calaza parece dolerle que la comunidad científica refute desde hace años y por consiguiente ignore los argumentos de un grupo de personas que defiende que una de las teorías científicas más fructíferas de la Biología, la teoría evolutiva, sustentada entre otros por el mecanismo de selección natural, es errónea. El que un grupo de personas esté siendo ignorado en un estamento científico particular de forma recurrente tiene una explicación sencilla: tal colectivo no está aportando ninguna prueba o evidencia que sustente sus argumentos. Evidentemente, si alguien pretende revolucionar el conocimiento científico en un área particular lo mínimo que se le exige en cualquier revista o foro de publicación científica es que entienda, y aplique en sus argumentaciones, el método científico.

Desde las primeras civilizaciones el hombre ha hecho esfuerzos continuados y meritorios por entender la naturaleza de lo que le rodea, ya fuese mediante intentos mágicos, religiosos, filosóficos, matemáticos, naturalistas u otros. Sin embargo, no ha sido hasta la llegada del método científico moderno que la ciencia y la tecnología se han desarrollado de forma espectacular dando lugar a nuestras sociedades actuales. El método científico no es sencillo de explicar formalmente, pero podemos describir una versión simplificada. Según dicha versión el método científico requiere que se den dos procesos básicos. El primero es formular explicaciones alternativas para una determinada observación. El segundo es comprobar experimentalmente cuál de las explicaciones anteriores hace las predicciones más correctas sobre ésa u otras observaciones similares. De hecho, sólo podemos utilizar el método científico para comparar explicaciones que hagan predicciones concretas sobre fenómenos observables. Por eso la pregunta de si dios existe (independientemente de la respuesta que más nos guste) no es una pregunta científica, pues no podemos diseñar ningún experimento que permita verificar predicciones concretas de dicha explicación. El diseño inteligente no es una explicación científica, pues en el fondo no es más que una sofisticada metáfora sobre el control de una posible fuerza creadora (dios) aplicada a la evolución. Sus proponentes jamás han hecho o planteado predicciones concretas que sólo puedan ser explicadas mediante dicha propuesta y que, por lo tanto, puedan ser comprobadas experimentalmente. Si los proponentes del diseño inteligente quieren ser tenidos en cuenta en términos científicos tendrán que utilizar métodos científicos experimentales, aportar pruebas de que la Selección Natural no funciona correctamente, hacer predicciones concretas sobre explicaciones alternativas que puedan comprobarse experimentalmente, etc. Este proceso, lento pero seguro, de encontrar problemas en las teorías antiguas y proponer nuevas teorías que explican mejor los hechos es el procedimiento que se ha seguido con todas las grandes ideas que perduran en la actualidad en ciencia, y es el secreto del inmenso éxito de la misma.

Para terminar nos gustaría aclarar un par de puntos erróneos de la carta del Sr. Calaza. La Selección Natural es un proceso determinista, no es ni aleatorio ni estocástico. Lo que ocurre es que la realidad es más compleja de lo que parece a primera vista. La Selección Natural no actúa sola, ni el Darwinista más entusiasta afirmaría tal cosa, existen otras fuerzas evolutivas (migración, mutación, azar, etc.), contingencias históricas (como la caída de un meteorito, por ejemplo) u otras (como las barreras reproductivas entre organismos) que influyen o pueden influir en la evolución de los seres vivos. Por lo tanto, para representar la fuerza de la Selección Natural aislada del resto de procesos (una situación que se asemeja a ciertos casos naturales conocidos, como en ciertos cultivos bacterianos), los biólogos utilizamos modelos matemáticos deterministas. Para describirla en conjunción con otros factores evolutivos, lo cual es más cercano a la realidad de la mayoría de organismos, los biólogos utilizamos modelos probabilísticos. Por otra parte, que no se confunda nadie, un proceso puede ser completamente determinista en esencia, pero permitir el uso de técnicas probabilísticas para su estudio. Por ejemplo, si alguien decide viajar en coche de Vigo a Barcelona el próximo fin de semana (decisión determinista), seguro que existe una determinada probabilidad ya calculada de que no llegue por despiste, accidente, cambio de tiempo, familiar enfermo, etc. Esto ocurre porque de igual forma que la decisión de viajar es en esencia determinista, ésta se puede ver afectada indirectamente por procesos de tipo aleatorio (estocásticos, contingentes, etc.). Finalmente, el resultado del matrimonio de un genio con una Miss universo no se ve necesariamente influenciado por la selección natural, como se sugiere en el artículo objeto de esta réplica, sino por las reglas de la herencia, que son bien distintas. De hecho, Darwin propuso su mecanismo de Selección Natural sin conocimiento previo de éstas. Las reglas de la herencia son también en parte deterministas y en parte aleatorias, pues ambos tipos de procesos en biología van más a menudo de la mano de lo que se piensa.

Nos gustaría acabar esta carta sugiriendo al lector interesado en estos temas que consulte el número monográfico de Investigación y Ciencia sobre Evolución (nº 388, enero de 2009) donde, entre otros temas, se discute el problema del creacionismo y sus variantes más refinadas, y que puede adquirirse en librerías, kioscos o incluso encontrarse en bibliotecas públicas. La realidad científica actual, como ya sugería un eminente científico del siglo pasado, es que nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la teoría de la evolución. Otro tema es que la esencia del método científico deje siempre abierta la posibilidad de rechazar cualquier teoría en el futuro, por muy bien asentada que esté en el presente, siempre que sea para poner en su lugar otra que la supere en capacidad explicativa y de predicción de observaciones.