Ignorado en los mapas pero muy vigente en la práctica, el reino de Portugalicia es una eurorregión de la UE por la que circulan fluidamente de una a otra banda del Miño las toallas, las empresas, el bacalao en hojas, los pasajeros de avión, los médicos y los afamados gallos de Barcelos. Ahora han comenzado a transitar también los enfermos, pero no se trata de una novedad en sentido estricto.

En realidad, la noticia de que algunos pacientes de Valença son atendidos en Tui tras el cierre de su propio servicio de Urgencias no habría trascendido el ámbito local de no ser por la curiosa forma de protesta que eligieron nuestros vecinos miñotos del otro lado del río. Imaginativos y dotados de un notable sentido del marketing publicitario, los valencianos de Valença llenaron sus balcones de banderas españolas para agradecer el buen trato recibido en Galicia y de paso chinchar también un poco a su propio Gobierno. Lo que consiguieron, en todo caso, es que su reivindicación saltase a los noticiarios peninsulares de Lisboa y Madrid que difícilmente se hubieran ocupado de su problema en circunstancias normales.

Nada hay de extraordinario, sin embargo, en este trasiego de pacientes por encima de las fronteras que ya no existen. Aún no hace muchos años era habitual que cientos de portugueses viajasen cada año a Galicia para someterse a intervenciones de cirugía menor en clínicas de Vigo y Pontevedra que tenían concertado este servicio con el Ministerio de Salud de la vecina República. La Sanidad lusitana aliviaba sus listas de espera, los sanatorios gallegos mejoraban su cuenta de resultados y todos tan contentos. A su vez, Portugal ayudó durante los últimos años a paliar el paro médico en Galicia mediante la contratación de numerosos profesionales que todavía hoy integran las plantillas de hospitales y centros de salud del Norte miñoto.

El caso particular de Valença que estos días anda en los papeles y telediarios es distinto en la medida que afecta a dos administraciones sanitarias públicas -la gallega y la portuguesa-- regidas a su vez por los complicados protocolos burocráticos de la UE. Un sistema que en teoría permite a cualquier ciudadano de un país miembro recibir atención médica en no importa qué otro Estado de la Unión, pero en la práctica limita ese derecho a estancias cortas y circunstancias muy regladas con el propósito de evitar el llamado turismo sanitario. En el caso concreto de Portugal, es su propia Dirección General de Salud la que advierte que no reintegrará los gastos a un tercer país en el caso de que el paciente se desplazase “con el propósito expreso de obtener tratamiento en otro Estado miembro” de la UE. Fácil es deducir que eso limita mucho cualquier posible solución al problema -literalmente de Urgencia-- planteado en Valença y con derivaciones en Tui.

Contra la burocracia comunitaria poco se puede hacer, naturalmente, salvo acudir a la buena voluntad entre vecinos. La misma que a menudo facilitó la intervención de los Bombeiros Voluntarios de Valença en los fuegos de este lado de la raya y ahora permite -siquiera sea provisionalmente-- que se atiendan en Tui las urgencias médicas de la población de la otra banda del Miño.

Bien es verdad que las autoridades más o menos competentes podrían encontrar remedios excepcionales a situaciones que también lo son dentro de la Eurorregión Galicia-Norte Portugal que ya funciona con notable éxito desde hace años. Si ese mercado abierto ha propiciado hasta ahora un intenso flujo de trabajadores, mercancías, empresas y hasta una redistribución del pasaje de los aeropuertos, tal vez no sería imposible establecer también alguna fórmula de coordinación y compensación entre las sanidades públicas. Cuando menos para solucionar problemas como el que estos días ha dado sus quince minutos de gloria en los telediarios a Valença y a Tui. Y luego, ya iremos viendo.

anxel@arrakis.es