Hace unos días que los virus de la gripe andan danzando ante mí en son de guerra y ayer noche, cuando lo suyo se había hecho acoso, les mandé un cañoñazo disuasorio de dos antigripales para avisar de que iban a caer muchos conmigo si querían batalla, dispuesto a no ceder un ápice en la defensa de mi cuerpo. Al levantarme sentí a los virus contenidos, recelosos, diseñando quizás un plan de ataque sorpresivo pero yo les espero bien armado en mi trinchera, sin hacer caso a médicos consejos sobre el uso racional de las drogas. Yo en caso de guerra me armo como quiero y así a mi izquierda y mi derecha tengo una batería defensiva, una línea Maginot farmacológica: a un lado, para el frente otorrinolaríngeo, esperan ser llamadas al combate las compañías de operaciones especiales Disneumón Pernasal, Hibitane y Fusaloyos; al otro lado del campo defensivo de mi cuerpo dispongo de dos brigadas acorazadas con capacidad de bombardeo antivírico masivo: la Stop Cold y la Termalgin. Atrás, en retaguardia, en previsión de que se rompa un flanco defensivo, cuento con el Cuerpo de zapadores antitusígenos Flutox y la compañía de alta montaña Pectox. La misión no es ganar el combate sino aterrorizar a los virus con maniobras disuasorias para que pasen de largo o, si rompen las defensas, que no exhiban orgullosos sus cantos de victoria en forma de síntomas. En esta arquitectura táctica no hay, eso está claro, ninguna permisividad homeopática que deje al cuerpo que reaccione por sí mismo: no son tiempos de pasar la gripe en cama.

Cenando hace unos días unas cocochas en El Capitán no pude sustraerme a la conversación de dos vecinos de mesa, con pinta de precuarentones en fase de éxito profesional. Uno, al que yo me imaginé de la Internacional del Automóvil, estaba griposo y añoraba ante el otro no tener una familia cerca que te trajera el consomé a la cama en esos momentos de tontera y abandono. "Hace 8 meses que no voy por casa, dando clases de estrategia de ventas de continente en continente. Mi multinacional me paga mucho pero soy pobre en afectos –decía– y no tengo una casa propia en la que refugiar mi gripe sino un hotel diferente cada poco, exquisitos pero fríos y en ciudades que no son la mía. Por cierto, ya no tengo a casi nadie que me espere en ella porque llevo media vida entregado a las demandas itinerantes del mercado global. Para el amor no tengo tiempo, el sexo sólo si lo pago y las gripes las paso solo como puedo".

Este rico pero pobre ejecutivo, pensé yo mientras elevaba mi copa de vino sintiéndome al verle un pobre pero rico (cómo no, tan cerca de mi casa y con la agenda llena de amigos a los que despertar si menester fuera) sufre una patología del mercado global. Los hombres que lo sostienen pasan su vida viajando a todas partes y, al final, no tienen ninguna en que se sientan como propios o que los reconozcan como tales. Cuando vuelven a sus orígenes ya jubilados, si no ocupan antes un cementerio del camino por una parada cardíaca o una reestructuración empresarial, se sienten extranjeros. Son las paradojas del progreso, que se promueve para los de arriba o nos lleva a crecer contra nosotros mismos. Nunca antes de la crisis se había disfrutado de tanta prosperidad combinada con tanto progreso social pero estas mejoras no se han transformado en un aumento de la sensación de bienestar. Donde más progresa el progreso, más horas trabaja la gente con más estrés, más angustia, más malestar. Y, junto a los que trabajan a destajo, cada vez hay más gente sin trabajo.

Hay en Galicia otro gripazo de origen financiero por el que el sur anda en polémica contra el norte por un quítame allá la fusión de esas Cajas. Infestado está el ambiente de virus de uno u otro signo, políticas virales con apellidos ideológicos que giran sobre un interrogante: ¿Basta o no basta de discriminar al sur? Y en Vigo está naciendo, a la sombra de Internet y tras discretas reuniones de personas, un movimiento cuyos conjurados han tenido su primer contacto en la trastienda de una vinoteca (lo sé yo bien) pero que, por el nivel de los mismos, tiene a su alcance más ortodoxos y serios escenarios. Por ahora, sólo una dirección de contacto y en la red: (http://cartasafeijoo.blogspot.com). Una carta para su firma y otra al presidente Feijoo circulan por Internet y son su nexo aglutinante. Y, entre las firmas, algunas ya de peso y conocidas.