Desde que el presidente Zapatero tuvo la ocurrencia de crear el Ministerio de Igualdad y puso al frente del mismo a una joven llamada Bibiana Aído, las críticas han sido constantes, y en un tono entre jocoso y despectivo. A una mayoría de los objetores les pareció un disparate político y una excentricidad administrativa crear un ministerio para imponer la Igualdad entre hombres y mujeres cuando tal derecho se recoge ampliamente en la Constitución Española de 1978 y en las leyes que la desarrollan. "¿Ya puestos a hacer tonterías -argumentaban- por qué no crear también un ministerio de Fraternidad y otro de Libertad?". Eso en cuanto al fondo del asunto, porque, respecto de la idoneidad de la persona escogida para ocupar el cargo, las críticas no fueron menos feroces. Unos argumentaron que con 31 años doña Bibiana Aído era demasiado joven, y otros que toda su experiencia política se reducía a dirigir un instituto de promoción del flamenco en Andalucía (como si en este país no hubiéramos vivido de la promoción oficial del flamenco, de los toros y de los rasgos típicos de la "España cañí" desde la época de Franco y con don Manuel Fraga al frente de Información y Turismo). Lo cierto es que la nueva ministra de Igualdad no dejó de dar motivos de regocijo a sus detractores y en una de sus primeras comparecencias públicas hizo un distingo espectacular entre "miembros" y "miembras", lo que le valió una avalancha de comentarios sarcásticos en los medios. Al margen de todo ello, tonta no debe de ser porque ha sabido sacar adelante, con mucha habilidad, la polémica ley del aborto, pactando algunos de sus aspectos más controvertidos con el nacionalismo vasco y catalán de derechas, pese a la amenaza de excomunión de la Iglesia católica para todos los que votasen a favor del texto. El sector más "machista-leninista" del columnismo patrio no se lo ha perdonado y, escarbando entre las partidas presupuestarias de su Ministerio, ha encontrado una subvención de 28.000 euros para un Mapa de inervación de excitación sexual en clítoris y labios menores, de posible aplicación en genitoplastia (cirugía reparadora). La escandalera ha sido de época y una diputada del PP, Belén Fernández Delgado, ha llegado a decir que la ministra "ha perdido el norte y por tanto necesita de mapas para orientarse". Tratándose de un mapa del clítoris y de los labios menores, la diputada parece insinuar claramente que la señora Aído necesita de ayuda cartográfica para acceder a los rincones más íntimos del placer particular. Una sofisticación innecesaria cuando los tiene tan a mano. En cuanto a si el clítoris (como dice doña Belén) está situado al norte o al sur del cuerpo, yo no sabría decir. La sexualidad, pese a los miles de años de funcionamiento, es un territorio todavía por explorar. Y lo que nos queda. Por ejemplo, respecto del famoso punto G (o punto Gräfenberg, en honor de su descubridor, un ginecólogo alemán) los científicos todavía no se ponen de acuerdo sobre su localización exacta, e incluso sobre su existencia. Y respecto del punto P (punto álgido del placer masculino) más de lo mismo. Unos lo sitúan en un delicado roce de la glándula prostática en un lugar indeterminado y otros en escapar al café con los amigos. Con mapa o sin mapa, las formas de darle gusto al cuerpo son innumerables. No tardaremos en ver en los quioscos una Guía Campsa que, ademas de un mapa de carreteras y un mapa gastronómico, incluya también un mapa del clítoris.