De modo que, desde la idea de que -como es natural en estos lares- ningún gobierno acepta, a la hora de hacerlos, un balance negativo de su gestión, a pocos podrá extrañar el expuesto por el señor presidente de la Xunta en este periódico. Cierto que no se cumple aún su aniversario en el poder, pero sí el primero desde las elecciones que le permitieron llegar a él y por tanto viene a ser como si lo fuera.

En ese sentido, el de que los balances son del color con que los mira el que los hace -y por eso la oposición tampoco le concede nunca al Gobierno méritos de ningún tipo-, sorprende el de don Alberto Nuñez. Y ocurre eso porque, seguramente sin darse cuenta, su señoría admitió tras el habitual relatorio de objetivos logrados -o casi- que este su primer año ha sido de "planificación". Aunque no insistió mucho.

Tampoco se la habría podido pedir mucho más. En pura lógica tendría que haber añadido que la ejecución vendrá tras la planificación y por tanto que el balance le sale escaso, pero una cosa semejante habría sido, más que sorpresa, prodigio. Y no parece que se factible reclamar algo semejante a nadie en la actual nómina de hombres públicos de Galicia; ni siquiera al señor presidente, que está entre los que más destacan.

Así las cosas, lo más práctico para disponer de una visión global del año sea ir a las cifras, que apenas son opinables. Y, como algunos observadores creen -pocos, porque esta Xunta readmitió a exégetas de la anterior que, a su vez, ya ejercían en la exaltación del señor Fraga-, los números no le hacen favor a don Alberto. Ni los del paro, ni los del déficit, ni los de la deuda ni los del PIB: y menos mal que le queda, aleluya, Madrid para echarle la culpa.

En el otro lado, al señor Feijóo se le ha echado a la calle una buena parte del país. Y aunque su entorno le diga al oído que los protestantes son quienes no le apoyaron, es sólo parte de la verdad. A día de hoy se manifiestan gentes que votaron PP, otras que lo hicieron a BNG o PSOE e incluso quienes no votaron. Por la crisis que su señoría no acierta a encarar, por el asunto de la lengua, que enfadó a tirios y troyanos y, en fin, porque están hartos de las prédicas que produce la factoría de tópicos instalada en Monte Pío.

(Lo de las Cajas fue otra sorpresa que merece análisis aparte. Sobre todo desde que, tras el carnaval se caen las caretas, la Xunta cumple las órdenes, activa su plan C y no sólo habla sino que actúa como Chaves (Hugo) en el "caso Gayoso".

(Continuará)