Existe ya un mercado (ilegal) de puntos de carné de conducir en el que quien los conserva los vende al que los necesita. Nada raro. En mi juventud algunos colegas de estudios aliviaban su falta de numerario vendiendo sangre. Era sólo una metáfora de la vida misma, un anticipo en tono expresionista, pues la vida no es una tómbola, sino un gran mercado en el que casi todo está en venta, aunque sea recurriendo a eufemismos. A través de los mecanismos de trueque (hoy por ti, mañana por mí, te debo una, quedo a la recíproca, etcétera) se vende la imparcialidad y se hace pasar la influencia por delante del mérito, en un mercado permanente y muy activo. En cuanto a vender sexo, si se hiciera una estimación de todo lo que se mueve con él saldría un porcentaje notable del PIB, incluso sin contar la prostitución explícita. La revolución hoy pendiente es rebajar el nivel general de mercadeo.