Con el lanzamiento de un cóctel molotov contra la vivienda compostelana del catedrático Roberto Blanco Valdés alguien ha pretendido sin duda menoscabar la libertad de expresión del prestigioso columnista de La Voz de Galicia. En una interpretación a renglón seguido del atentado, la víctima cree que se trata de la acción de un grupo nacionalista radical. Puede que la atribución sea precipitada, pero es obvio que en determinados sectores del nacionalismo gallego la utilización de las ideas ya hace mucho tiempo que se considera menos influyente que el empleo de la fuerza, de modo que la confianza de sus estrategas en los valores del pensamiento es sin duda menor que su fe en la eficacia de la gasolina. Probablemente saben que su catequesis revolucionaria solo tiene alguna posibilidad de prosperar en el caso de que se disponga de la desfachatez y los medios necesarios para que en su propagación ayude decisivamente el fuego. A lo mejor es que sus esperanzas superan a sus expectativas, lo que explicaría esa enfermiza propensión de sus ideólogos a supeditar la oratoria a la artillería. Para poner en circulación una buena idea se necesitan sensatez y un poco de talento, precisamente dos de las cualidades menos necesarias para construir una bomba. Abundan en el nacionalismo gallego las personalidades lúcidas que sin duda lamentarán cualquier intento agresivo de intimidar al colega columnista, aunque, por desgracia, pululen a su alrededor ese puñado de fanáticos artificieros con cuya conducta criminal lo que se consigue es subrayar la idea que algunos tenemos de que, cuando prescinde de la razón, el nacionalismo deja de ser una ideología para convertirse en una enfermedad mental. No puede ser bueno que los nacionalistas que se curten en las bibliotecas vean empañada su imagen por aquellos otros que se aprovisionan intelectualmente en las gasolineras, entre otras razones, porque, mal que les pese, aquí todos sabemos que la libertad es una cosa que solo se consigue cuando el calor con la que se busca no procede del fuego que la calcina.