Así que, oído lo dicho por el señor presidente de la Xunta sobre las cajas gallegas ayer mismo en Madrid -y repasados despacio los resúmenes, por si hubiera habido algún fallo en la audición- hay que reconocerle a don Alberto una virtud más que añadir a su abundante dotación: un desparpajo que asombra. Algunos quizá le llamen de otro modo, pero en el fondo viene a a ser lo mismo.

No es una exageración. Su señoría, al referirse al mapa financiero y las fusiones, afirmó sin inmutarse que él no es partidario de hacerlas por la fuerza. Y como su entrevistador, quizá falto de ese dato, no rechistó, el señor presidente fue aún más lejos y presumió de haber sido el único en encargar una auditoría objetiva –seguramente quiso decir neutral: volvió a confundir los términos, como cuando equiparó equilibrio con paridad– para comprobar la solvencia de la posible caja resultante.

El asombro que se ha mencionado llega sobre todo por esos dos motivos, aunque habría algunos otros tanto o más sorprendentes. Y porque el señor presidente omita el detalle de que fueron su equipo y sus amigos y aliados los que a la vista de que una de las dos entidades dijo "no", fabricaron una Lei por la vía de urgencia y en lectura única –el equivalente parlamentario, ya se dijo, a los juicios sumarísimos– para remover a los opositores. Si eso no es forzar una situación, habrá que preguntarle a don Alberto qué entiende por tal.

Ítem más: resulta escandaloso que alguien de esta Xunta pretenda que le crean cuando dice hablar en serio de una auditoría objetiva –o neutral, o equidistante: como guste el señor Núñez Feijóo– cuando todo el mundo sabe aquí, aunque acaso no en Madrid, qué es lo que se le pidió como resultado y qué es lo que se le va a dar, porque ya se anunció en las terminales mediáticas de la operación. Pero por si alguna duda hubiera baste observar los hechos y dichos de la Consellería de Facenda.

Es posible que el señor Núñez Feijóo quiera hacer creer en Madrid que quienes aquí se oponen a sus designios son gentes de mira corta –localistas dicen ahora sus bufones–, o que se mueven sólo por intereses espurios políticos, partidarios o personales, que es lo que varios de sus colaboradores predican. Pero esto es Galicia, aquí se conoce casi todo el mundo, muchos saben de qué pie cojea cada cual y ya apenas queda alguien que comulgue con ruedas de molino. De ahí otro motivo de asombro: que don Alberto todavía no lo sepa.

¿Eh...?