A estas alturas, y con lo que cae, pocos podrán reprocharle al señor presidente de la Xunta su mensaje de optimismo desde Ourense asegurando que Galicia saldrá del túnel de la crisis allá para finales del año que viene. No citó la posible ayuda del Apóstol Santiago, como solía hacer don Manuel Fraga en tiempos de turbación –y en eso también marcó distancias: hay que ver–, pero dió sensación de que quizá haga falta.

Y no se trata de acoger con ironías más o menos ingeniosas el anuncio del jefe del ejecutivo gallego: es que, sencillamente, su señoría es el único que –se supone que hablando en serio– coincide con los cálculos que hacen en Moncloa y repite la Vicepresidencia económica del Gobierno. Ni un solo organismo, instituto, fondo o servicio de estudios solvente anuncia el fin de la crisis en España, y de Galicia ya ni hablan, para el año que viene. Por muy Xacobeo que sea, la verdad.

Por no coincidir, don Alberto ni siquiera lo hace con quien debería, siquiera teóricamente, que es el señor Rajoy Brey. Pero hay algo aún peor: tampoco coincide con los presupuestos que ha elaborado persona tan solvente y capaz como la conselleira de Facenda, que ya hubo de enmendarle la plana su jefe cuando habló de un creciento del 0,7 en el PIB. Lo dejo en el 0,2 y seguro que doña Marta Fernández Currás, de lograrlo, se daría con un canto en los dientes.

En este punto conviene dejar claro un detalle para evitar mal entendidos: sería estupendo, para todos, que el jefe del Ejecutivo gallego acertase en su predicción optimista. Y es que sólo los tontos –o los muy sectarios– desean que un gobierno fracasa, porque los principales perjudicados son siempre los gobernados más débiles; nadie con sentido común desea errores cuando los aciertos significan prosperidad, empleo y progreso. Punto.

El problema –uno de los problemas– está en que sólo con la voluntad no basta, y con arengas, tampoco: el señor Feijóo debe dar ánimos a la población, claro, pero a la vez habilitar herramientas adecuadas para hacer el trabajo. Y en democrcia la herramienta principal son los Presupuestos: los previstos para Galicia no se orientan a remontar, sino a no descender, y en ese sentido resultan, para muchos, realistas.

Por cierto: a la conselleira, quizá más inteligente que su colega la señora Salgado, no se le ocurrió decir, como a la vicepresidenta, que las cuentas 2010 son las de la recuperación. Pues no lo diga el presidente, siquiera por prudencia. ¿Eh?