Leo de un tirón, con el ansia y la pena de llegar al final, como en todos los relatos que nos fascinan "Mis peripecias en España", de León Trotsky, que reedita Endymion. El hombre que habría de jugar un papel decisivo en la revolución rusa de octubre 1917 pasó por nuestro país un año antes expulsado de Francia con el pretexto de que apoyaba al bando alemán durante la Primera Guerra Mundial. Aquí, fue encarcelado en Madrid y expulsado posteriormente a Estados Unidos desde el puerto de Cádiz, con vitola de peligroso anarquista. Durante todo el tiempo de su estancia fue vigilado por diversos agentes de la policía secreta, entre ellos uno gallego. El paso de los años, hace casi un siglo, nos permite observar el curioso entrecruzamiento de los destinos personales. La traducción del ruso en la primera edición de 1929 la había hecho Andrés Nin, el dirigente del POUM asesinado en el Madrid republicano por agentes soviéticos que seguían, al parecer, órdenes directas de Stalin. El mismo que en 1940 ordenó también el asesinato Trotsky en México a manos del comunista catalán Ramón Mercader. Todas las revoluciones, se dice, acaban devorando a sus hijos, so pretexto de traicionar los principios que las inspiran. Las notas de Trotsky en su fugaz travesía española denotan una perspicacia, una inteligencia y una capacidad de observación realmente extraordinarias, pese a que él no les da mayor importancia.

El apéndice final, una semblanza del genial personaje, lo escribe Julio Álvarez del Vayo, que fue ministro de la República. Contando con la benevolencia de los editores actuales me tomo la libertad de seleccionar y trocear a conveniencia algunos párrafos que denotan la agudeza de visión de Trotsky. Empecemos por San Sebastián. "Capital de los vascos. Españoles con boina. Hay un mar, como en Niza, pero la naturaleza es menos dulzona; hay más sal y pimienta. El mar, con su aspecto cautivador, parece indicar que el hombre ha nacido para contrabandista pero circunstancias accidentales le han impedido seguir su destino... La indolencia domina por doquier. En las tiendas se regatea sin fin. Los tenderos son tenderos con psicología". Madrid: "A pesar de su electricidad y sus bancos, Madrid es una ciudad provinciana. El mismo edificio del Parlamento es provinciano. Los cafés son enormes. El griterío es ensordecedor. Todos hablan en voz alta, gesticulan, se dan golpes en la espalda, ríen a carcajadas, toman café y fuman... Por la expresión de los rostros se adivina a una vieja raza que se ha dejado decaer; en los músculos faciales, como en los del cuerpo, ausencia de tensión, como también ausencia de concentración en la mirada... Dos clases de edificios monumentales dominan Madrid , iglesias y bancos... El limpiabotas es un culto, hay un limpiabotas por cada pie... Es sorprendente el sitio que ocupa la lotería en la vida social española. Por todas partes se oyen gritos de los vendedores. Se tiene la impresión de que todo el mundo la vende y nadie la compra... España en la medida que he podido verlo se parece a Rumanía, o para decirlo mejor Rumanía es como una España sin pasado". Para terminar este breve resumen, Barcelona. "Es la capital de Cataluña. Gran ciudad de tipo hispano-francés. Niza en un infierno de fábricas. El espíritu comercial domina en esta región. Los catalanes son los contrabandistas privilegiados de España, todo lo que sus fábricas no pueden producir lo compran en el extranjero y lo introducen en su país bajo su marca". Algunos aspectos han cambiado, otros, permanecen. Lectura recomendable.