Así que, cerrado el episodio de Silleda, y a la espera de los que habrán de seguir a éste –que no serán sólo los de ese par de concellos lucenses anunciados; habrá otros varios más cuyas censuras están en el horno– quizá no estuviere de más alguna reflexión colateral. Hecha desde la opinión, ya conocida, de que esas mociones, aunque legales, son indeseables, pero sin perder de vista alguna que otra máxima útil.

En esa línea, y con la venia, quizá proceda recordar aquello que tan bien explicaban los maestros jesuitas en el viejo Bachillerato de que "el que es causa de la causa es también causa del mal causado". Algo que, más allá del posible juego de palabras, resulta para muchos una verdad evangélica pero de las demostrables, lo que le proporciona una credibilidad muy considerable.

Desde esa perspectiva, y en estos casos, parece evidente que siquiera una de las varias causas de las mociones se hallan en los pactos que en su día establecieron casi por decreto los partidos a los que pertenecen algunos de los ahora tránsfugas, y sin tener en cuenta circunstancias a veces políticas y otras personales que, en los municipios pequeños y medianos sobre todo, tienen su importancia.

En este punto, y caldeados los ánimos como están, es probable que la reflexión se tome por los más afectados de entre los que pierden alcaldías como una especie de disculpa para encubrir la maldad intrínseca de lo ocurrido o lo que está por venir. Pero no lo es: tan sólo se trata de afirmar que hay pactos y pactos como existen gobiernos y gobiernos, y que los que sólo se hacen para cerrar el paso a terceros acaban mal y duran poco. Que es el caso de algunos de los últimos episodios que se han vivido.

El caso de Silleda puede en este sentido resultar una buena muestra: quien, tras aprobarse la moción, llega a la Alcaldía es una concejala que acudió a las urnas como candidata del PSOE, y la respaldan otro de sus antiguos compañeros y los cinco ediles del PP que, precisamente, causaron baja como militantes antes de votarla. Un lío que sólo puede explicarse, aparte de por lo especial de los censurantes, en lo absurdo del pacto que en su día firmaron.

Y ya puestos –y sin acritud–, alguien en el PSdeG tendrá que meditar, y si le place también explicar, por qué extraña razón en los últimos tiempos no sólo están implicados ediles del PP, sino bastantes socialistas. Porque una de dos, o los comités que los proponen no se enteran o hay algo más, muy raro.

¿Eh...?