Andrés Montes se hizo popular en los últimos años gracias a las transmisiones de los partidos de fútbol en la Sexta. Allí fue descubierto por millones de espectadores que nunca acabaron por conectar con un estilo demasiado transgresor para una clase de aficionados que a veces prefiere que le saturen con toda clase de tópicos. La historia acabó hace unos pocos meses en divorcio porque Montes ya había cumplido con su misión de reclamo publicitario para un canal joven y porque, en el fondo, lo suyo era una relación de conveniencia porque uno tiene la sensación de que entre el fútbol y él nunca hubo sincero amor.

El verdadero y auténtico Andrés Montes era el de los partidos de la NBA en las madrugadas de Canal Plus, que condujo durante casi diez años. Este periodista entendió como nadie que esa competición necesitaba un lenguaje festivo, un estilo desenfadado que motivase a un ser humano a renunciar a su descanso para disfrutar de un partido cualquiera. Montes formó en aquellas noches eternas una pareja irrepetible con Antoni Daimiel –serio, entendido, documentado, en definitiva su perfecto contrapunto–. Uno informaba mientras el otro te mantenía despierto con su ingenio sin necesidad de atiborrarse a café. Allí nacieron sus mejores motes: hilo de seda (Houston), melodía de seducción (Sprewell), el director general de correos y telégrafos (Stockton), el bono bus (Avery Johnson), chocolate blanco (Jason Williams), la máscara (Garnett), egoísta (Giricek), Cruela de Vil (Rodman)... Montes creó expresiones, revolucionó el lenguaje de las transmisiones e incluso fabricó la palabra "jugón" que tal vez un día la Academia de la Lengua acepte. Aquel Andrés Montes me mantenía en pie a horas indecentes y si el partido era aburrido me hablaba sin parar de cine, de música, recordaba sus viajes para transmitir los partidos de Copa de Europa en Kaunas o provocaba a Daimiel para que le explicase a la audiencia qué había sucedido en el famoso verano de 1988, latiguillo con el que martirizaba a su compañero. Se marchó de Canal Plus y, puede que por una simple casualidad de la vida, yo abandoné el baloncesto de madrugada. Andrés Montes deja un estilo y también una filosofía diferente que nunca acabó por entender el mundo del fútbol. Allá donde esté esperemos que encuentre la respuesta a su gran duda filosófica: ¿Por qué todos los jugones se ríen igual?