El sector del automóvil ha vuelto estos días a alzar su voz, preocupado por el inminente fin de las ayudas públicas para la adquisición de vehículos. Teme que su supresión provoque no sólo el fin del efecto positivo que tuvieron sobre las ventas en 2009 sino una caída mayor de la experimentada antes de su aprobación.

Muchos de los compradores que acudan estos días a los concesionarios se encontrarán con que la ayuda estatal de 500 euros está agotada. La Xunta ha decidido prorrogar la suya hasta el 1 de diciembre, si bien reduciendo la prima media de 700 a 500 euros en el caso de los turismos para que duren lo más posible. El Gobierno gallego prima la singularidad que representa para la región la fábrica de Citroën aportando hasta 1.500 euros en el caso de vehículos comerciales como el Berlingo y el Partner, que se producen en la planta de Balaídos. Su plan de ayudas, cuyo presupuesto inicial era de 6 millones, se ha ampliado finalmente hasta los 14 millones.

Aunque las marcas decidan mantener sus rebajas –una práctica habitual al margen de épocas de crisis como la actual–, la finalización de las ayudas provocará sin duda una contracción de las ventas. Los buenos resultados del plan aconsejan mantenerlo, a pesar de su carácter excepcional. En cualquier caso, cuanto primero desvele el Gobierno central cuál será su postura primero sabrá el sector qué escenario le espera para los próximos meses y primero se pondrá fin a la confusión entre los consumidores y su consiguiente retraimiento en las compras.

Pero al margen de las ayudas coyunturales para la reactivación del mercado, lo verdaderamente importante es el futuro tanto de la planta de Citroën en Vigo --la mayor industria asentada en Galicia y una de las más productivas de Europa– como de todas sus empresas auxiliares. La multinacional francesa lanzó para su factoría viguesa un ambicioso plan industrial que, con una inversión de 1.062 millones de euros hasta 2012, prevé la puesta en marcha de un centro para desarrollar los chasis de nuevos modelos, una plataforma para fabricar desde pequeños utilitarios a grandes berlinas y la producción de un vehículo de bajo coste así como el sustituto del C4 Picasso.

El plan industrial para la factoría de Vigo no es, a diferencia del de otras marcas automovilísticas asentadas en España, un proyecto cortoplacista pensado para el rescate de fábricas en serias dificultades, sino un ambicioso programa para relanzar la planta más competitiva de España y la más productiva de PSA en Europa. La factoría de Balaídos es la única del sector que va a acabar el ejercicio sin haber tenido que recurrir a un expediente de regulación temporal de empleo y la reducción de la plantilla en 800 trabajadores es la mitad de lo previsto para 2009.

El Ministerio de Industria ha comprometido ya una subvención de 72 millones para la puesta en marcha de ese ambicioso plan. Lo que hace falta ahora es concretar el resto de ayudas. Renault recibirá 125 millones para su planta de Castilla y León, donde la empresa prevé invertir 500 millones, mientras que para la factoría de Figueruelas el ministerio busca a la desesperada una salida que garantice la supervivencia de la fábrica de Opel tras su compra por Magna. La factoría viguesa de Citroën viene de una etapa de crecimiento acentuado, con una producción récord de 545.000 vehículos en 2007, muy por encima de sus homólogas francesas. Y ello pese a la penalización logística que le supone estar tan alejada de sus mercados de venta naturales, centrados en los países de la UE. Así pues, bien está ayudar a las fábricas que tengan problemas, pero siempre, claro está, que no sea a costa de aquellas que, como la de Vigo, han demostrado sobradamente sus niveles de excelencia.

E igual atención se merecen los proveedores que forman el gran Cluster de la Automoción de Galicia, que recibieron del Gobierno una ayuda de tan sólo 16 millones. El sector del automóvil vigués se ha erigido en un modelo de referencia del motor en España, con proyectos industriales muy integrados y sólidos. Hay, no obstante, muchos proveedores que por su dimensión requieren más apoyo financiero. Ahí le toca arrimar el hombro a la Xunta a través de las ayudas previstas en organismos como el Igape.

Pero esas líneas de ayuda no pueden servir de disculpa para dejar en el olvido los planes de I+D+i. El Cluster de la Automoción lleva años esperando que se materialicen los fondos supuestamente comprometidos para el Centro de Excelencia de Vehículos de Electrónica (Ctag II), enfocado a la especialización en el desarrollo de la electrónica en los nuevos modelos, que se anunció en 2006 en el plan estratégico del sector, y que avanza tan lento que el País Vasco ya ha tenido tiempo de copiar la idea y desarrollar esta tecnología.

En los próximos meses se adoptarán decisiones cruciales para el sector del automóvil. En el caso de la factoria viguesa, el futuro se decidirá en París. Para entonces habrá que tener los deberes hechos.