Así que, por si alguna duda quedase sobre el concepto que no pocos políticos tienen de su papel, podría servir de modelo para despejarla lo que dijo don José Blanco ante el congreso pontevedrés de su partido. Y es que con su "yo pongo el dinero para el AVE" refleja directamente lo que se nota en otras muchas cosas: que creen que, en lugar de administrar poseen y que, por tanto, pueden disponer a discreción de lo público.

Algunos observadores, exégetas del ministro o simplemente ubicados a babor, podrán replicar diciendo que analizar así una frase es exagerar, y que el contexto en que fue dicha –un mitin, vaya– da lugar a frecuentes hipérboles que en general se admiten como si tal cosa. Pero aún así, en el fondo hay lo que hay, ésa frecuencia acaba por convertirse en costumbre y como la costumbre es fuente de Derecho, aparece alguien al final proclamando que disponer de lo propio –el "yo pago"– es del todo lícito. Punto.

A estas alturas conviene añadir, en honor a la verdad que esta idea de propiedad no es exclusiva de un partido o una persona. Casi cada día, gobierne quien gobierne, se produce en alguna parte una decisión parecida por la que se adjudica a los afines lo que reclaman sin otro criterio mejor que esa afinidad. Y no sólo nadie protesta, o lo hace con sordina para evitar comparaciones, sino que los propios ciudadanos piden que si el ministro es de allí, barra para casa. Como si tal cosa.

El caso del señor Blanco es algo peor porque no sólo personaliza lo del AVE, que ya es, sino que descalifica a quienes muestran desazón por la evidente distancia presupuestaria entre los dichos y los hechos. Y porque expresa desagrado a la pretensión de algo tan básico en la democracia como vigilar que se cumplan los plazos de las obras; o sea, que se ejerza el principio –constitucional– de control al Gobierno.

Si el análisis se hiciese con la malevolencia que algunos suponen podría concluirse que el ministro de Fomento lo que pretende es que se confíe sólo en su palabra y, por tanto, se dé por hecho que cuanto afirma va a misa. Algo que sólo debiera aceptarse en la fe, pero nunca en la política, sobre todo cuando, como ha sucedido aquí, se decía una cosa un día y la contraria al siguiente. ¿O ya se ha olvidado su señoría de cuando aseguraba el AVE para el 2012 y convertía a los escépticos en desleales?

La memoria es, a veces, un engorro, pero hay que ejercerla cuando, como ahora, vuelve a parecer que entre el dicho y el hecho hay un trecho.

¿O no...?