El nuevo gobierno de la Xunta de Galicia ha decidido cambiar el nombre y el logotipo de las guarderías infantiles públicas (antes llamadas "galescolas") sustituyendo la casita que habían dibujado los responsables anteriores por una gallinita azul que lleva bajo el ala un lápiz recién afilado. La imagen del volátil fue cedida a la Xunta por la viuda del fallecido escritor Carlos Casares que, en un cuento para niños, aludía a una gallina azul que ponía huevos de todos los colores, lo que era considerado como un acto subversivo por las autoridades de la época. El alcalde del pueblo la mandó prender pero los guardias no consiguieron localizarla porque los vecinos se confabularon para pintar todas las gallinas de color azul. El relato –recuerda algún medio– era una metáfora muy explícita sobre la persecución política durante el franquismo y sobre la necesidad que tenían quienes se arriesgaban a poner huevos de todos los colores de mimetizarse bajo el color azul dominante del uniforme de Falange Española, el partido único, para despistar a los acosadores. Pasados los años, a los hijos políticos del fundador del PP, que cuando era ministro de Franco perseguía sañudamente a todas las gallinas azules que se atrevían a poner huevos de colores prohibidos, le han dado la vuelta al cuento de Casares y lo han convertido en un símbolo de la lucha por la libertad contra la imposición ideológica y lingüística supuestamente desatada por los nacionalistas del BNG, a su paso por el Gobierno. Lo dijeron, con otras palabras, el conselleiro de Educación y la conselleira de Traballo, durante el acto de presentación. El señor Vázquez aludió al objetivo de "despolitizar" la educación infantil, lo que en boca de un político significa que habrá una "politización" en sentido contrario. Y la señora Mato, más expresiva y contundente, describió el nuevo proyecto como "una red sin adoctrinamiento, destinada a formar ciudadanos librepensadores y portadores de derechos universales". El lenguaje de la señora Mato me recuerda aquella definición de José Antonio Primo de Rivera sobre el hombre español como "portador de valores eternos". Me atrevo a vaticinar que esta señora dará mucho juego en la política regional. En uno de sus primeros actos oficiales, tras su nombramiento, declaró que "no le temblaría el pulso" para firmar expedientes de regulación de empleo. La expresión "no me temblará el pulso" la hizo famosa el general Franco durante su largo mandato. Y a fe que la hizo realidad, porque cuando ya padecía la enfermedad de Parkinson y el tembleque de su mano derecha era más que evidente, firmó sin pestañear varias sentencias de muerte. El lenguaje trasluce muchas cosas. En la etapa franquista había un programa infantil en Radio Juventud (la Cadena Azul, por cierto) que se llamaba " La Ballena Alegre". Lo apunto por si a los nuevos rectores de la Xunta les puede servir para promocionar sus proyectos de acuicultura intensiva y de asfaltado de las rías. Es un lema amable y cordial, que es lo que se lleva.