Así pues, y quizá para ratificar aquello de que nunca llueve a gusto de todos –y en Economía mucho menos– he ahí la respuesta al dato de que el coste de la vida sigue bajando en Galicia. Lejos de acogerse el descenso con una ovación generalizada, la reacción fue distinta por sectores: feliz el Gobierno porque ratifica su propaganda; contentos algunos especialistas por el descenso en sí, inquietos otros por si la deflación llega y, en fin, escépticos los demás porque a la hora de la verdad lo notan poco.

Es probable, por no decir casi seguro, que a estas horas los protagonistas de la vida pública –incluyendo los agentes sociales– tengan ya en desarrollo la polémica sobre si este IPC ayuda a salir de la crisis o empeora la perspectiva. Y desde luego todos habrán caído ya en la paradoja de cantar o criticar lo contrrario de hace meses, sin que sea preciso un doctorado en profecía para adivinar que quienes denunciaban como "hecho perverso" la escalada de los precios antaño, hogaño deploran como "síntoma terrible" su desplome. Y viceversa.

C´est la vie, como diría un francés para ahorrarse diagnósticos más profundos. Pero no por ello pasará sin causar efectos dañinos directos y colaterales y, probablemente, sin agravar los que ya se padecen. Porque más allá de que desemboque o no en la temida deflación, el IPC podría desencadenar, si sigue así, un otoño laboral aún más caliente del que se espera a la hora de renovar los convenios. Sobre todo cuando la patronal intente –que lo hará– aplicar las teorías de su dirección y ofrezca, en vez de incrementos,rebajas salariales. Lo mismo pero al revés que se ha hecho hasta ahora cuando las retribuciones se movían según el índice de precios. Uf.

La perspectiva, que abarca también a las pensiones, es inquietante y provocó ya referencias a una legislación, la vigente, en la que existen notorias lagunas y márgenes de interpretación difusos, características ambas que podrían calentar aún más el otoño que se aproxima. Sobre todo si el gobierno persiste en su actitud de negar peligros hasta que caen sobre su cabeza para entonces improvisar medidas que se orientan, más que a resolver, a reducir los efetos políticos indeseados para el señor Rodríguez Zapatero y su troupe.

Pero hay otro dato: no sólo a "Madrid" corresponde una política preventiva en lo laboral: también a la Xunta. Y llama la atención que aquí se sepa tan poco de si hay alguna preparada o no, sobre todo con el otoño, como se dijo, a la vista.

¿Eh?