Los días previos al inicio de las grandes ligas europeas, los aficionados al fútbol pasamos el tiempo entretenidos con los movimientos de jugadores de un club a otro, con las primeras sesiones de entrenamiento, y con las declaraciones de entrenadores y presidentes. A falta de acción, es un tiempo de especulaciones, sobre todo filosóficas. En temporadas anteriores los valores que se exaltaban eran la velocidad, la fortaleza física, la buena armonía entre los integrantes de las plantillas, y los modelos tácticos, expresados en formulas numéricas que siempre suman diez y no once como seria lo lógico. "Jugaremos un 4-2-4", se oía decir; "El 5-3-2 va mejor con nuestras condiciones"; "Creo que un 4-1-4-1 nos dará mejor resultado". Y así sucesivamente. En el fútbol, ya se sabe, las tácticas se organizan en torno a los diez jugadores llamados impropiamente "de campo"; es decir, de aquellos a quienes les está prohibido darle la pelota con la mano. A esos efectos, el portero no cuenta. El portero es un ser excéntrico, marginal, y casi angélico, que sólo aparece en el campo para evitar milagrosamente que la pelota llegue a la red en última instancia. Hasta ese momento agónico prácticamente no existe, es invisible para los espectadores, y su contribución táctica al juego es casi nula. Aunque en los últimos tiempos se ha reivindicado la importancia de su papel, sobre todo, en los inicios de las jugadas de contraataque. Un portero que dirige bien la pelota con la mano y con el pie empieza a estar muy valorado. Y es de esperar que cuando esa importante función se consagre, se le dé cabida en la numeración táctica y en las pizarras de los entrenadores. Así se vivían las vísperas del gran acontecimiento deportivo las últimas temporadas, pero este año nos encontramos con que la suprema novedad del juego no es el revalorizado papel del portero sino la importancia ¡asómbrense! que ha adquirido el balón. Sin balón, ya se sabe, no hay forma de jugar un partido de fútbol, pero esa obviedad había desaparecido por completo del vocabulario de los entrenadores. Ahora, ha recuperado el protagonismo perdido. "Para mí lo más importante es organizarse alrededor del balón", ha dicho un famoso manager. "Quiero que tengamos el balón en nuestro poder el mayor tiempo posible", ha dicho otro. "Sin balón, no hay nada que hacer", sentenció una luminaria. ¿Quién lo duda? El balón –el solo balón, para ser más exactos– es imprescindible para desarrollar el juego. Pero lo fundamental, claro, es que entre en la portería. Todos los años oímos decir las mismas, o parecidas, simplezas. El caso es que nos gustan.