Así que, concluido, o casi, el proceso de ajuste en las dos principales fuerzas políticas de este país, el PP y el PSOE, y a la espera de que en un par de semanas lo haga la tercera, que es el BNG, parece llegado el momento de reclamar que se acaben las prédicas y se pongan todos a dar trigo. Sobre todo en asuntos que, como el del paro, no admiten demora: que se pierdan aquí tres mil empleos al mes no es ya sólo un problema laboral sino social y, si se mira bien, moral.

Con las estadísticas de la crisis desbocadas, y el evidente fracaso de las recetas hasta ahora aplicadas no hay otro remedio que marcar un terreno común en el que todo el país colabore si se quiere evitar más pronto que tarde un estallido cuyos efectos nadie puede calcular. Y es responsabilidad de la Xunta dinamizar esa iniciativa, pero también de los demás apoyarla y respaldarla; por sentido común y por sentido de lo común, que ambos se necesitan siempre, pero ahora, y si cabe, con más urgencia aún.

Ese terreno común hay que habilitarlo en primer lugar para profundizar en el diálogo social y ver hasta dónde pueden llegar los sacrificios que todos habrán de hacer y qué cuota corresponde a cada uno. Aplicando criterios de solidaridad de forma proporcional a la capacidad de cada cual, porque no es razonable, ni es justo, pedir a todos que hagan lo mismo y por igual a quien tiene trabajo que a quien no lo tiene. Desde la idea, por supuesto, de que nadie puede quedar al margen de esos sacrificios.

A eso hay que ponerse, y a la vez a reforzar la inversión pública, que llegará a través de las obras de infraestructura: es pues tiempo de plasmar en papel, agenda y fechas la nueva actitud del ahora ministro de Fomento y la disposición de la Xunta recién estrenada. Es una evidencia que hay motivos para desconfiar de quienes, desde los gobiernos central, gallego o municipales -como el de Vigo- han mentido de forma reiterada sobre el AVE, pero habrá que superar el recelo y pedirles cuentas en su momento: ahora es tiempo de remar juntos y mirar bien quién lleva el timón.

Y -sin la menor pretensión de agotar el catálogo- hay un tercer gran campo para buscar acuerdos de país: el de la reforma del Estatuto, cuyo futuro texto debe garantizar las vías de financiación propias y estatales necesarias para hoy y para cuando llegue la hora de superar los problemas actuales y dibujar la Galicia de mañana. Trabajo no va a faltar quienes quieran asumirlo en bien del país, su paisaje y su paisanaje.

¿Eh...?