A España empieza a pasarle lo mismo que al FC Barcelona. Campeona indiscutible del paro en Europa, esta parte de la Península Ibérica ha batido ya prácticamente todos los récords en materia de desempleo, del mismo modo que el equipo culé rompe cada semana una nueva marca de goles, de partidos ganados, de pases, de tiqui-taca y de lo que haga falta.

Tenía toda la razón el entrenador Zapatero cuando hace ahora un año se jactó del ingreso de España en la Champions League de la economía europea. Incluso clavó su pronóstico de que en pocos meses superaríamos a Francia y Alemania, como efectivamente así ha ocurrido. Aunque ambos países juegan con una población muy superior a la española, hoy es el día en el que España, con sus más de cuatro millones de parados, ha conseguido sobrepasar las cifras de desempleo de las dos grandes potencias europeas. Si el Barça es más que un club, el actual Gobierno es mucho más que un simple gobierno. Unos meten goles y el otro llena de gente sin empleo la portería del INEM.

El último récord lo batió ayer la selección ministerial española con un registro de 4.010.700 parados que suponen la cifra más alta jamás alcanzada en este país. Algunos envidiosos tratan de restarle valor a tal hazaña alegando que la crisis es de alcance mundial, pero sería injusto quitarle méritos al Gobierno. La crisis será planetaria y hasta universal si quieren, pero nadie como España ha conseguido multiplicar por dos los porcentajes de paro de todos los países de Europa y gran parte del resto del mundo. Sólo Bostwana y acaso Zimbabue resisten el empuje arrollador de la selección gubernamental española.

Tanta es la capacidad goleadora del equipo que hasta la modesta selección autonómica de Galicia consiguió aumentar en un 50 por ciento su producción de parados durante el último año. La economía gallega parecía resistir algo mejor que la española los embates de la crisis, pero lo que en realidad ocurría es que íbamos, como siempre, con retraso. En cuanto nos hemos puesto a meter goles, la facturación de parados en las listas no tardó en alcanzar el vertiginoso ritmo del resto del equipo español.

Humilde pese a su brillante trayectoria, el Gobierno insiste en no darle importancia a los récords -sin duda extraordinarios- que la economía española bate mes tras mes. Tanto es así que hace sólo dos días el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, negó una y otra vez en el Congreso que España fuese a alcanzar a corto plazo la cota de los cuatro millones de trabajadores sin curro. No quisiera uno alarmar a la población, pero este ministro de tan escasas virtudes proféticas es el mismo que garantiza -contra la opinión del gobernador del Banco de España- el cobro de las pensiones hasta el año 2025. Por si sí o por si no, vayan tocando madera.

Felizmente para todos y en particular para el Gobierno, la población asiste en resignado silencio al desarrollo de una catástrofe que recuerda en sus cifras a los peores registros de la Gran Depresión de 1929. Mientras Francia, con 64 millones de habitantes y poco más de dos millones de parados vivió ya un par de huelgas generales en protesta por el desempleo, España es por contraste una balsa de aceite. Los sindicatos se limitan a comentar la jugada con lenguaje casi tan florido como el de Jorge Valdano, mientras los trabajadores parecen conformarse por ahora con su (mala) suerte y con los perecederos subsidios que les ayudan a trampear la carencia de empleo.

Al igual que el Barça candidato a los títulos de Liga, Copa y Champions, España y su Gobierno comienzan a quedarse también sin objetivos que cumplir. Siquiera sea para mantener la tensión competitiva, habrá que ir pensando en plantearse la meta de los cinco millones de parados como nuevo y acaso definitivo hito. El caso es ir progresando de victoria en victoria hasta la derrota final.

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