Menos de ocho años después de que el octogenario Fraga le cediese los trastos de gobernar al entonces cincuentón Touriño, es ahora un cuarentón como Feijóo el que asume la presidencia de Galicia al mando de un gabinete de gente de su edad. Cuanto más envejece el país, más rejuvenece su clase gobernante en este reino de las mil paradojas.

Si el anterior gobierno bifronte de progreso pertenecía en su mayor parte a la generación nacida en los años cincuenta, la nueva Xunta conservadora ha avanzado una década de tal modo que la partida de nacimiento de casi todos sus miembros está fechada en los sesenta. Se conoce que, tras el largo reinado de Don Manuel, la política ha vuelto en Galicia al lógico proceso de reemplazo de generaciones.

Cierto es que Touriño le había tomado el turno a un recluta de la quinta de los felices años veinte como Don Manuel I, pero es que aquí en Galicia somos muy dados a los grandes bandazos pese a nuestra engañosa fama de coitadiños. A ver, si no, qué otro país puede presumir de haber elegido sucesivamente a un conservador ex ministro de Franco, a un socialdemócrata ex comunista y a un líder del partido fraguista que en su día votó a Felipe González.

Salvo en Italia, donde Il Divo Giulio Andreotti y sus coleguillas llevan medio siglo intercambiándose las carteras ministeriales, el acceso al gobierno en los demás países de Europa suele producirse por riguroso orden generacional. Es lo que ahora ocurre en el caso de Galicia, donde la generación de los 50 ha agotado su ciclo y cede el paso a la de los 60. Puede parecer algo sorprendente que el rejuvenecimiento del gobierno se produzca con la llegada de los conservadores tras un breve trienio de izquierdas, pero lo cierto es que en estas cuestiones -y en casi cualesquiera otras- poco importan las ideologías.

Si recurrimos a la mucho más apropiada clave musical, el cambio de gobierno en Galicia podría interpretarse como la sustitución de la tribu urbana de los rockeros por la de los yeyés. O el salto del rock al pop, por decirlo de otra manera.

La década de los cincuenta a la que mayormente pertenecía el anterior Ejecutivo fue, en efecto, la del arranque y rápido auge del rock, con Chuck Berry, Little Richards, Buddy Holly, Jerry Lee Lewis y desde luego Elvis Presley al frente de aquella tropa armada de tupé, patillas y chupas de cuero. La de los sesenta, en cambio, tuvo como referencia más notable a los Beatles y alumbró un tiempo algo más sosegado bajo la presidencia del pop, los amorosos hippies y el cultivo de la meditación trascendental.

Con el nuevo gobierno de mayoría sesentera, Galicia da un leve -y lógico- salto generacional en el poder mediante la sustitución de los viejos rockeros por sus hermanos menores. Llega la más mesurada y conservadora leva del pop de los sesenta para librar sus primeras batallas de importancia en esa peculiar variante de la guerra por distintos medios que es la política, según la definió a la inversa el barón Von Clausewitz.

Fogueados hasta ahora en puestos de bajo o medio nivel dentro de la Administración, lo más notable de los nuevos conselleiros es paradójicamente su carencia de notoriedad. Incluso los politólogos más expertos tendrán dificultades para reconocer más allá de dos o tres de los diez nombres que integran la orquesta gubernamental formada por Feijóo. Y es natural. Algo parecido ocurrió con el primer gabinete de Adolfo Suárez, al que los pesos pesados de la época calificaban desdeñosamente de “gobierno de penenes” por la relativa juventud e inexperiencia de sus miembros.

Ahora como entonces -aunque las circunstancias sean bien distintas-, lo que se ha producido básicamente es un relevo generacional. Habrá que esperar a los primeros acuerdos y acordes del nuevo Consello para saber a qué suena su música. Si desafinan o saltan a la fama es cosa que sólo el tiempo dirá.

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