La noticia de la consolidación de una mayoría alternativa en Euskadi al PNV para formar un gobierno encabezado por el socialista Patxi López, fue contestada por un comunicado de la banda terrorista ETA que señalaba al nuevo ejecutivo vasco como objetivo prioritario de sus acciones criminales. A los pocos días, los cuerpos de seguridad franceses acaban de detener al jefe de los comandos operativos de ETA y dirigente número uno de la banda, Jurdan Martiegui. Podría decirse que las policías francesas y españolas tienen organizada una cadena de producción en la que los mandos terroristas son desguazados con una cadencia concertada.

ETA vive sin duda los momentos más angustiosos de su historia y eso le hace puntualmente más peligrosa: tiene que intentar matar a toda costa en los próximos días para que no se confirme el diagnóstico de su agotamiento como fuerza terrorista. Lo tiene que hacer para demostrar a su contestación interna que no todo estaría perdido para un futuro en el que pudieran seguir considerando la violencia como una vía útil a sus objetivos. Y lo tienen que hacer sobre todo para tratar de frenar la dinámica a favor de un nuevo proceso de paz que se estaría fraguando en algunos sectores de la banda encabezados de nuevo por Josu Ternera.

El estado de derecho no puede caer en la trama de intentar acelerar los procesos de liquidación del terrorismo volviendo a sentarse a una mesa de negociación. La suerte de ETA se decidió el día del atentado de la terminal de Barajas y ninguno de sus dirigentes, incluido Josu Ternera, tienen crédito para proponer una solución negociada distinta de la rendición sin condiciones.

Sería suicida desperdiciar la ventaja que la sociedad tiene frente a un terrorismo trufado por los servicios de inteligencia españoles y franceses, con un descontento generalizado en las cárceles y con la parte de la sociedad que tenían de su lado en claro retroceso. Se trata ahora de perseverar, de estrechar el cerco frente a ETA y de esperar a que la fruta esté madura para recoger la cosecha del final de la violencia. Las bravuconadas de ETA sólo les conducen a prisión.