El novelista Jorge Martínez Reverte (Madrid, 1948) ha escrito un nuevo libro sobre la Guerra Civil en el que, fundamentalmente, aborda aspectos de la estrategia militar desarrollada por ambos bandos. La obra lleva el expresivo título de El arte de matar y, para argumentarla, el autor reconoce haber consultado abundante material histórico archivado, así como el testimonio escrito de generales franquistas y de generales republicanos, entre los que, por cierto, es imposible encontrar ninguno del general Franco, que fue a la postre el gran vencedor de la contienda y el principal beneficiario político de la misma durante casi cuarenta años. “La mayor y más escandalosa ausencia”, dice Reverte, “es la de Franco, un hombre que dejó escrito un legado corto sobre su largo paso por la tierra”. El enfado del novelista es comprensible, pero la afirmación no es del todo cierta. Los periodistas veteranos sabemos, por desgraciada experiencia que, después de aquel escueto bando con el que dio por terminada la guerra, desde el cuartel general de Burgos, Franco escribió (o dejó que le escribieran) abundantes discursos y comunicados de absoluta, terminante, y obligatoria inserción en la prensa y radio de la época. Todo ello, aparte de la firma que puso a centenares de penas de muerte y a la prolífica legislación que alumbró la dictadura. Además, claro, de su famoso testamento político, donde dejó atado y bien atado (¿alguien lo duda?) el gran paquete de los intereses económicos y estratégicos en que apoyó su régimen. Ahora bien, lo que sí es cierto es que de los tres años de la Guerra Civil no hay ningún escrito, comentario, apunte, plano o dibujo hecho por el general Franco, pese a que se le atribuye la dirección estratégica del ejército vencedor. Se sabe de alguna frase suya como cuando, tras el cruce del Ebro por las tropas republicanas, se dio por satisfecho con tener a lo más selecto del ejército enemigo con el río a la espalda y enfrentado a una guerra de desgaste. Y poco más. Reverte atribuye esa circunstancia (aparte de la natural circunspección del personaje) a la clase de formación recibida. Franco era un militar que se ganó su fulgurante ascenso al generalato en la guerra del norte de África y estaba más dotado para el combate directo que para la planificación estratégica. De hecho, no poseía el diploma de Estado Mayor. Deducir, a partir de ese dato, que fuese un militar incompetente (como sostienen algunos autores) o que buscase una guerra larga para propiciar un aplastamiento total del enemigo fraterno, son conjeturas no suficientemente contrastadas. En cualquier caso, algunas capacidades debía reunir (además de astucia y brutalidad) para haber ganado una guerra y mantenerse en el poder hasta su fallecimiento. Lo que sí está claro es que sobre táctica y estrategia militar escribió muy poco, pese a haber dirigido la Academia Militar de Zaragoza durante la República. En un libro editado por el Estado Mayor del Ejército en 1968 sobre la llamada Guerra de Liberación, que compré en una librería de viejo, se citan muchas fuentes bibliográficas, incluidas las de don Manuel Azaña y de varios generales republicanos, pero no hay ninguna mención a Franco. Es un libro de análisis estratégico muy interesante.