Así pues, visto -y sobre todo oído- lo que el ya casi nuevo presidente de la Xunta ha dicho sobre el cambio del cambio que propone, parece de recibo aceptarle al menos dos cosas. Una, que desde un punto de vista de la lógica, es necesario repensar el rumbo para que la herencia -que no se puede condicionar a beneficio de inventario- no acabe por convertirse en maldición. Otra, que si hay una oportunidad de intentarlo es sumando esfuerzos porque, de lo contrario, agua.

La oferta de diálogo y acuerdos del señor candidato Núñez, que concretó en un programa base, no chirría, pero necesita una mayor especificación para no quedarse en retórica. Es cierto que aporta como novedad un carácter flexible que la hace adaptable a las circunstancias, pero aun así necesita detalles y quizá un desarrollo posterior a través de encuentros sectoriales que su señoría anunció y que habrán de encuadrarse en un programa con fechas y sellos de urgencia.

En conjunto, lo que don Alberto expuso a la Cámara fue casi un discurso-tipo que, en este tiempo y lugar habría podido firmar cualquiera de sus adversarios en la misma situación. Y de hecho, si alguien se toma la molestia de leer y comparar con el programa de investidura de la Xunta anterior, constatará que la diferencia esencial está en el modo de desarrollarlo. Aparte la circunstancia, claro, que es otra -hace cuatro años había vacas gordas, y las de ahora son tan flacas que ni lo parecen- y eso marca distancias muy visibles, pero en el fondo lo que hay es lo que hay, y punto.

Así las cosas, plantea una oportunidad, y no debiera rechazarse sin más como han hecho los portavoces de la oposición en pasillos. Habrá que esperar un poco aún a oírles en la tribuna y de ese modo conocer su argumentario, pero no se aprecian síntomas de la generosidad siquiera dialéctica que debiera definir el momento. Porque la gente, el público, la sociedad gallega, está seguramente harta de oír casi siempre lo mismo, pero ahora acaba de votar y habrá de tenerse en cuenta que lo expuesto por el señor Núñez ante la Cámara es el programa que respaldó un parte muy notable del electorado. Eso debe contar, no para que se respalde cualquier cosa o se renuncie a las alternativas -en todo caso esta sesión parlamentaria no es para debatirlas-, pero desde luego sí para que se de una oportunidad al cambio que se ofrece. Que dicho sea de paso, no es sólo con relación al Bipartito: también a la Xunta del señor Fraga.

¿Eh...?