Pues la verdad es que llama bastante la atención, aun a pesar de que estos días pasados no fuesen precisamente época propicia para la actividad política o de cualquier otro tipo, el silencio con que se ha acogido la iniciativa de don Alberto Núñez sobre un eventual compromiso con el nuevo Gobierno central para elaborar y cerrar un paquete de asuntos importantes sobre los que trabajar juntos en lo sucesivo.

La cuestión, que es de por sí atractiva, se acompañaba con otra propuesta, la de alejar de la lucha política el apartado de infraestructuras para poder abordarlo con más sosiego. Una idea positiva, aunque algo viciada en origen; si alguien ha usado política y electoralmente las obras públicas en los últimos tiempos ha sido el PP, primero con el Plan Galicia para intentar la victoria, y luego con la época nefasta de Magdalena Álvarez para buscar el retorno al poder. Y eso está ahí y lo recuerda todo el mundo.

Ocurre que quizá sea preciso repetir algo que se ha dicho ya en otras ocasiones: el terreno de la inversión pública en obras o en políticas sociales es tema de primer orden y, por lo tanto, no puede alejarse de la batalla partidaria ni dejarse de lado en tiempo electoral. Lo que sí resulta indispensable es que no se convierta sólo en un instrumento arrojadizo que se utilice a base de falsedades o verdades a medias. La clave está como siempre en cumplir lo que se promete y, si no, explicar por qué no se hizo, confiando en que la gente -que no es idiota- lo entienda.

Dicho eso, y volviendo a lo que precede, parecería alentador que el nuevo ministro, en la primera oportunidad al efecto, se pronunciase sobre esa oferta en concreto, porque las referencias que ha hecho en este fin de semana son sólo generalidades propias del recién llegado a la cartera. Y sobre todo interesa saber qué piensa de lo que dijo don Alberto Núñez sobre la elaboración de una lista de prioridades -y de plazos también, claro, porque si no sería pura retórica- en las que concentrar esfuerzos. El señor Blanco, que es hombre pragmático, sabe que de él depende en buena medida el porvenir electoral inmediato del PSOE en Galicia y habrá que ver si le interesa eso, además, por supuesto, del bien común de los ciudadanos gallegos.

En estas horas previas al debate de investidura, el presidente entrante habrá de mover ficha y su oposición fijar posiciones aunque sea a modo de representante de otros. Y, además, es hora de que todos dejen claro qué quieren.

¿No...?