Así pues, cerrado el último tramo de su mandato de un modo manifiestamente mejorable, habrá que esperar quizá a que don Emulio Pérez Touriño escriba sus memorias para entender por qué no cumplió algunas de las cosas que prometió y que, tras darlas hechas, ahora denuncia como pendientes. Y no se trata de pedirle que expíe errores sino que los explique para que quienes un día aspiren a sucederle desde las siglas PSOE no los repitan.

Uno de ellos, y ya se ha dicho, fue situarse por encima de lo políticamente terrenal para intentar convertirse en O Presidente y sólo eso. Otro, también señalado, su tardío mea culpa en la cuestión lingüística cuando, a tres días del 1-M, rechazó “imposiciones idiomáticas”, que su propio gobierno pareció habilitarlas, al menos según una parte de la sociedad, mediante el contestado decreto de normalización.

Pero no todos los pecados fueron suyos, ni mucho menos, aunque sólo ahora reconozca que los hubo. Un reconocimiento especialmente llamativo en el caso de Fomento, a quien ahora reprocha haber tenido durante años en un cajón varios tramos claves para el AVE. Lo que, por cierto, confirma el nuevo ministro don José Blanco al referirse a la necesidad de “no engañar” más a los ciudadanos sobre los plazos de la modernización ferroviaria. Una referencia que debiera acompañarse de más detalles y desde luego de una disculpa, porque aún está vigente aquello de que este país no se merece un gobierno que miente.

Este -el del señor Rodríguez Zapatero, y en esa cuestión- ha mentido, según la deducción lógica de lo que dijo el flamante ministro de Fomento. Y el hecho de que haya sido por boca y hechos de doña Magdalena Alvarez no exime de responsabilidad a todos los que lo aceptaron, le formaron coro e insistieron en que quienes denunciaban lo que ocurría eran una sarta de tramposos o de conspiradores. El pecado del bipartito, en esto, fue haber dirigido el coro en el lado de aquí del Padornelo y no ser capaz, en el de allá, de cambiar las cosas; un pecado que deben pagar también alcaldes y prebostes del PSOE, a los que habrá que pedir cuentas al por menor.

Con todo eso sobre el tapete, resulta especialmente interesante -y hasta atractiva, algo infrecuente- la perspectiva del debate de investidura que se desarrollará esta semana. Y no sólo para saber qué propone el nuevo presidente Núñez Feijóo, sino qué dicen de estas y algunas otras cosas, los que le darán la réplica.

¿Eh?