Concebidos, al menos desde la teoría, como instrumentos en defensa del mantenimiento de los puestos de trabajo antes que de su extinción -y por eso se plantearon más como “de suspensión” que de “rescisión”- no parece que los Expedientes de Regulación de Empleo estén cumpliendo de forma satisfactoria su objetivo.Y no falta quien denuncie que son como remedio peor que la enfermedad que pretenden atajar.

A primera vista, y de acuerdo con las informaciones que este periódico ha publicado en las últimas horas, el pesimismo está más que justificado: dos millares y medio de trabajadores del sector de la automoción no sólo se encuentran en una especie de limbo laboral, sino que además no perciben siquiera las ayudas a las que el desempleo propiamente dicho les da derecho. Y en esas condiciones no faltan quienes, aún desde la oposición política, afirman que los ERE benefician sólo a un gobierno que los usa para camuflar la realidad dramática del desempleo.

Queda dicho que muy probablemente lo que ocurre se relaciona con los cálculos fallidos sobre duración y profundidad de la crisis, pero es evidente también que se vincula a la manera que los gobiernos han desarrollado hasta ahora para combatirla. Quizá por la idea de que era algo coyuntural, los planes de ayuda lo han sido también, y a medida en que se vio que lo que falla es más que la circunstancia, todo lo demás se cae por añadidura. Y nadie, de momento al menos, parece aceptar eso como un paso previo, una condición inexcusable a cualquier solución.

Los invitados de FARO coinciden en no condenar el método ERE pero, a la vez, en señalarle defectos que, aún evidentes, están incomprensiblemente olvidados por la Administración. Pero a la vez, no se ponen de acuerdo en las modificaciones que habrían de habilitarse para que el futuro inmediato no sea todavía más negro de lo que hoy por hoy parece; un desacuerdo tanto más negativo en cuanto que contribuye a aumentar el miedo.

Que el sector de la automoción es vital para Galicia, especialmente en el sur, está fuera de toda duda y a partir de esa idea resulta exigible una profundización en los análisis por parte de quien debe hacerlos para pulir defectos y habilitar salidas. Pero pensando también en el resto de empresas y en el conjunto del país, porque el tsunami económico no deja a salvo a nadie.

¿Eh...?