A una persona normal le caen unos millones en la lotería, le preguntan qué va a hacer con ellos y responde "tapar agujeros". A Madoff le das la misma cantidad, como hacen los inversores, y crea agujeros. El periodista pregunta al agraciado con el Gordo en qué va a emplear su dinero y responde a bote pronto: "Pagar la hipoteca y hacer un viaje". Un periodista de Associated Press preguntó a JP Morgan Chase, que recibió 25.000 millones de dólares del Gobierno de Bush, qué iba a hacer con ellos y su portavoz, Thomas Kelly, respondió: "Parte del dinero lo prestamos. Parte del dinero no lo prestamos. No hemos revelado eso al público. Nos negamos a hacerlo". Hay indignación en Estados Unidos con los bancos y el secretismo con el que están respondiendo al regalo de dinero público. En España seguimos preguntándonos por qué el multimillonario regalo de Zapatero no llega en créditos a empresarios y clientes.

Un ciudadano atraca un banco, se lleva 6.000 euros y es un ladrón. Un inversor de alto riesgo evapora miles de millones y hace lo que debe, engañar, y la culpa es del regulador, lo que sería como decir que los ladrones actúan correctamente y la culpa de los atracos la tiene la Policía. En el caso del atracador hay una falta de honradez sin explicación ni paliativo, dan igual su necesidad o su falta de educación. En el del financiero, como no tiene necesidad y dispone de diplomas que acreditan una elevada educación, es la codicia, un apetito vehemente que forma parte de la condición humana, como la lujuria pero jodiendo a más gente. Como son distintos, no los tratamos como a iguales. Cuando miles de familias se arruinan, el Estado no les da dinero a raudales sin preguntarles en qué lo van a gastar, si en afrontar sus deudas o en comprar cocaína, y cuando se detiene a un atracador no le castigan colocándole una pulsera electrónica que le obliga a estar en casa a partir de las siete de la tarde. Son distintos.